La policía francesa enfrenta dificultades crecientes en la lucha contra el tráfico ilegal de drogas. El personal es insuficiente, los delincuentes sobornan a residentes locales y funcionarios, y continúan sus negocios desde la cárcel. Los narcotraficantes utilizan medios técnicos sofisticados y el flujo de dinero contribuye a la corrupción. Además, las autoridades carecen de estrategia y personal adecuado para combatir este problema en ciudades provinciales. Los procedimientos legales son complejos y los delincuentes utilizan códigos difíciles de descifrar. La dependencia de la tecnología ha llevado a abandonar fuentes de información confiables.