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Opinion

09/02/2018@19:37:52
El Estado moderno impone arbitrariamente su doble moral. Y sus defensores no tienen justificación racional, simplemente dicen que “si el Estado lo dice, o lo necesita, es bueno…”.

Si nos guiamos por los resultados de la banca publicados en los medios, auspician buenos tiempos. Con unos beneficios de 13.500 millones, un 50% más que el año pasado, crecerá el entusiasmo y el dinero correrá con generosidad.

Los que se resisten a secundar la locura nazionalista catalana, con “Z” de “nazis”, lo están pasando mal. Los jóvenes cachorros de Arran, rama juvenil de la CUP, imitando la kale borroka vasca, no paran de ejercitar la violencia contra las organizaciones, empresas y políticos que no se manifiestan a favor de la república.

Durante su reciente gira por China, además de abogar por las "nuevas rutas de la seda", el colosal proyecto ferroviario y marítimo entre el Pacífico y Europa, Emmanuel Macron, enfatizó la "batalla por el clima", intentando minimizar el boicot a los acuerdos de París de parte de Trump quien es escéptico y que cree que es una invención de Beijing para atrasar a EE.UU. A raíz de la ola de frío, Donald Trump ironizó diciendo que vendría bien “un poco de ese calentamiento”.

Había buenas razones para pensar que Cataluña no podría constituirse como estado independiente en forma de república, por muchas veces que la ajustada mayoría de diputados secesionistas en el Parlament –72 de 135 que representaban al 47,7% de los votantes– aprobara resoluciones y leyes inconstitucionales y diera por iniciado el proceso constituyente, y por muchas veces que el gobierno de la Generalitat se empeñara en declarar constituida la república catalana, nadie sabe si simbólicamente o de veras, tras celebrar con nocturnidad y alevosía una consulta ilegal (1-O), en la que tampoco nadie sabe quién votó ni cuántas veces. Resultará difícil de borrar de la retina la imagen del gobierno de la Generalitat y los diputados del Parlament saltándose la Constitución y el Estatut que los legitimaban y pretender al mismo tiempo dar por ‘legítimo’ el resultado.

Días atrás dio la vuelta al mundo la muerte de Ingvar Kamprad, que había nacido en una comarca rural sueca en 1926. Me llamó la atención cómo lo llamó María Fluxá en El Mundo de Madrid: “el hombre que al crear IKEA democratizó el diseño”.

Es llamativo el que parte de la opinión pública tenga una imagen negativa del mercado natural cuando éste no son sino las personas, esa misma opinión pública que lo rechaza. El mercado natural, subrayo, es el conjunto de los seres humanos desde el punto de vista de la cooperación voluntaria, pacífica, espontánea entre las personas con el fin de vivir y mejorar.

Resulta harto difícil encontrar a un ciudadano/a, con independencia de los votantes a los partidos independentistas catalanes, que por diversas razones no simpatice con la andaluza Inés Arrimadas (Jerez, 1981).