No descubro nada nuevo si alego rotundamente que, desde el mismo nacimiento de la conciencia humana, y quizá como el componente principal de esta, surgió la absoluta necesidad de comprender el entorno con el que se relacionaba constantemente. Más tarde también se necesitó estudiar qué era lo que le sucedía, no solo al individuo, sino al grupo humano actuando en conjunto.
Dados los escasos conocimientos reales contrastados, lo que hicieron los Brujos y Chamanes fue inventarse un montón de historias, más o menos creíbles, que diesen una explicación medianamente válida, por mágica que pareciese, que les ofreciese una respuesta a sus desesperadas preguntas. Fruto de esas invenciones surgieron todas y cada una de las religiones conocidas, así como las distintas ideologías. Son eso, una creación humana, fantástica, por supuesto, que intentan explicarse la totalidad del mundo exterior y nuestra relación con él.
Cuando esas explicaciones míticas ya no satisficieron a mentes más exigentes, como los pensadores Helenos del S. VI A. C, -con Tales de Mileto a la cabeza, y con nuestro profeta Aristóteles como mejor representante- o los pequeños conocimientos de las matemáticas o la biología ya les contradecían abiertamente esos lenguajes crípticos, demostrando falsos los Mitos, surgió inexorablemente la necesidad de explicarse el mundo real con el que convivían, con conocimientos que funcionasen de verdad, y ya no fuesen una historia que debiese retorcerse ante cada nuevo hecho que contradecía la teoría usada.
Lo que sí es del todo verdad, es que unos y otros, incluidos nosotros hoy día con la gran cantidad de conocimientos contrastados de los que ya disponemos, necesitamos comprender más y mejor nuestra existencia. Con la obtención de esa mejor trasparencia de las leyes de la naturaleza lo que haremos es tomar las mejores decisiones que nos lleven a la mayor y mejor supervivencia posible. Ya no a nivel individual –sabemos que todos morimos no más allá de cien años- ni siquiera para que perviva nuestro grupo social –raza, religión, etnia, estado o el grupo que sea, porque la historia ya nos ha demostrado que el propio imperio Romano fue destruido hasta sus cimientos- si no con la esperanza –no sabemos si vana o no- de que pueda sobrevivir nuestra Especie de Humanos. O por lo menos que lo haga el mayor tiempo posible.
Igual que a todos nuestros antepasados, también a nosotros se nos presenta la vida diaria como hostil. Estamos braceando cada instante para remontar la corriente que, parece que siempre está en contra. Esto lo percibimos como un Kaos, y tenemos la esperanza -fundada en que en verdad con cada nuevo conocimiento nos va mejor y sabemos combatir en mejores circunstancias las hostilidades de la vida- que con un Logos lo más completo posible, podremos hacer frente a una comprensión más o menos ajustada de toda la vida que nos toca pelear y que podremos superar esa hostilidad. Por eso es tan necesario comprender, para alcanzar un Logos que nos dé conocimiento y respuestas a los problemas de la vida.
Creo que es obvio que mientras no comprendamos, aunque sea con esquemas generales, como funciona la vida de la que estamos hechos, no podremos elaborar un código de conducta, tanto individual, como de grupo, que nos permita convivir y avanzar juntos. No nos engañemos, si obtenemos ese nivel de conocimientos en realidad habremos resulto medianamente toda la lucha del ser Humano, de todas las culturas y en todas las geografías, por saber cuál es el Bien y el Mal. Alcanzaremos la pequeña cima de todas esas grandes elucubraciones.
Seamos humildes y no nos olvidemos que fue la propia Madre naturaleza la que depositó en nosotros esa preocupación por el comprender. Pero si le hacemos caso y desarrollamos al mejor nivel posible ese estudio y almacenamiento de conocimientos, descubriremos cómo debemos comportarnos para superar los obstáculos diarios de nuestra existencia, y de nuestra convivencia.
Es imprescindible que sigamos estudiando para comprender mejor nuestro mundo. Eso es lo que llamamos alcanzar el… Logos. Él nos proporcionará el deseado… Orden.
Sobre el autor
Carlos Gonzàlez-Teijòn es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, y de reciente aparición El Sistema, de editorial Elisa.