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VOX CAYÓ EN LA TRAMPA
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VOX CAYÓ EN LA TRAMPA

martes 08 de enero de 2019, 11:25h

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La euforia, por unos magníficos e inesperados resultados en Andalucía, no puede conducir a Vox a pretender ir más allá en sus exigencias de lo que suponen sus doce escaños.
Los votantes, propios y ajenos, no entenderían que fuese el obstáculo para sacar al enquistado PSOE del Palacio de San Telmo, por lo que su amenaza de obligar a repetir las elecciones no tiene recorrido, excepto si quiere suicidarse.
Tampoco puede condicionar el pacto de gobierno PP-Cs, a no ser que se quiera integrar en él, lo que sus propios dirigentes han descartado.
Otra cosa, es aprovechar la oportunidad de influir en ese pacto y señalar sus graves carencias. Pero ahí, ha demostrado una cierta bisoñez, frente a políticos curtidos.
Juan Marín y la dirección de Cs, todavía albergan la esperanza de ser el depósito de todos los descontentos y sus intentos de atraerse a socialistas y populares no cesan.

Quizás la derecha deba hacer un curso acelerado de propaganda marxista, donde es esencial el concepto de contradicción principal , aquella de la que dependen, en un momento y lugar concretos, todos los demás problemas.

Primero, Abascal olvidó que su contradicción principal es desalojar el tinglado socialista y comunista en Andalucía y se enfrascó en replicas e insultos con Manuel Valls que pretendía salir de la abulia que consume esa apuesta de Rivera en Cataluña. El francés, consiguió protagonismo liderando los ataques contra la formación emergente y pretendiendo, algo burdamente, ser el centro de una plataforma de socialistas, populares, naranjas y hasta convergentes moderados.
Para colmo, Vox se tragó la provocación de Cs -ampliando el apoyo del pacto de gobierno andaluz al tinglado de violencia de género- y entró a saco, poniendo como crucial lo que no es sino una gota en el océano.

Si Vox hubiera exigido el análisis de TODOS los chiringuitos, en los que el PSOE y Podemos han estado apesebrando a sus amigos, les hubiera sido muy difícil negarse.

Pero el que determina los temas de la discusión, la gana y eso es lo que ha hecho Cs, con el concurso entusiasta de un PSOE y un Podemos que perciben ahí la tabla de salvación. No es un chiringuito feminazi lo que hay que desmontar sino todo un entramado de estómagos agradecidos que comen de nuestros impuestos. Marin, anunciando que ellos "no negocian nada con Vox", ha vuelto a acariciar la idea de contar con el apoyo o la abstención del PSOE, bajo la excusa de "aislar a la extrema derecha machista" ocupando el centro y ampliando su capacidad de atraer votos de ambos lados. El temor de Bonilla a que se le escape, en una finta final, la presidencia de la Junta, le ha empujado a correr a negociar, con Abascal, algo que maquille el pacto.
Al final, Vox se ha visto obligado a intentar explicar algo que no se puede: su postura real frente a la catarata de adversarios y medios de comunicación, empeñados en presentarlos como "cómplices de la violencia contra la mujer".

Muy a su pesar, van a tener que esforzarse mucho y demostrar que su objetivo principal es desmontar la tiranía ideológica, política y económica que socialistas y comunistas han impuesto en Andalucía durante casi 40 años.
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