Son las 9:00 de la mañana del jueves y en la estación de metro no se observa a ningún trabajador corriendo para llegar puntual a sus oficinas. Tampoco se ven estudiantes, niños o ancianos. La plataforma abierta es amplia y está decorada con esculturas de formas abstractas de colores variados en sus paredes. Se nota que está limpia y tiene un aspecto moderno. Cada 12 minutos, llegan dos vagones plateados que transportan solo a unos pocos pasajeros.
En Jardines, la parada del Tren Urbano en Bayamón, una ciudad de la zona norte metropolitana de Puerto Rico, solo se encuentra un guardia de seguridad paseando entre los bancos de cemento. El recinto vacío es vigilado por este hombre. A simple vista, el sistema de metro no tiene nada que envidiarle a ningún otro transporte similar en el mundo. Las estaciones son muy similares entre sí y tienen un gran tamaño, además cuentan con estacionamientos capaces de albergar cientos de automóviles.
A casi 20 años de su inauguración, el Tren Urbano en Puerto Rico, considerado una de las obras de infraestructura más importantes en la historia moderna del país, no cumple con sus expectativas iniciales. Aunque algunas estaciones, como la ubicada en la Universidad de Puerto Rico y otra cercana al Coliseo José Miguel Agrelot, son más concurridas dependiendo de la hora del día, en general no ha logrado reducir la enorme dependencia de los automóviles por parte de la población. Esto se evidencia en el hecho de que los estudiantes frecuentan la estación universitaria durante las mañanas y tardes, así como cuando un artista realiza una presentación en el coliseo.