Durante los últimos quince años, ha surgido una industria emergente que se aprovecha de la psicología de los adultos jóvenes y los niños. Esta industria tiene el poder de desestabilizar, deformar y castrar a las personas, sin tomar en cuenta la ética médica. Según un nuevo estudio, se ha descubierto que las hormonas del sexo opuesto aumentan el riesgo de enfermedad cardíaca en un 93%. Estas hormonas son consideradas como el único "tratamiento" para todos aquellos adultos jóvenes y niños que están confundidos acerca de su identidad de género.
En Boston, Massachusetts, se inauguró la primera clínica para jóvenes transgénero de Estados Unidos en 2007. Desde entonces, se han establecido al menos otras cuarenta clínicas para jóvenes transgénero en todo el país. Pacientes confundidos, solos, autistas y/o que enfrentan dificultades mentales y emocionales son atendidos por estas clínicas. Aquí encuentran un lugar donde buscar sentido de pertenencia, identidad y validación de sus sentimientos e impulsos.
No obstante, los niños no reciben un adecuado asesoramiento ni orientación hacia su género innato en estas clínicas. Los consejeros y médicos carecen de la capacitación necesaria para abordar la alteración endocrina subyacente y su impacto hormonal durante la pubertad. Además, los proveedores dedican muy poco tiempo a los pacientes y no tratan la psicología detrás de los deseos sexuales, así como el efecto que estos impulsos tienen en la expresión, apariencia y percepción de uno mismo. Las influencias externas, el sentido de pertenencia y el contagio social, factores que a menudo llevan a los niños a sacar conclusiones tan graves sobre su cuerpo e identidad, tampoco son abordados por estas clínicas.
Estas clínicas, por otro lado, tienen como objetivo la validación automática de los sentimientos de los adultos jóvenes y los niños, así como la aceptación de sus deseos de someterse a una castración hormonal permanente y/o mutilación genital. Cuando un paciente expresa su insatisfacción con su cuerpo, imagen o identidad, los consejeros y médicos trabajan en conjunto para respaldar el género elegido por el paciente. El protocolo utilizado para alcanzar estos objetivos implica el uso de hormonas del sexo opuesto que validan la disforia y promueven cambios hormonales en el cuerpo.