Los países más ricos subvencionan y promueven el sector agrícola, lo que les permite mantener el control mundial de la producción y el comercio. Sin embargo, esto genera dependencia en las subvenciones y barreras arancelarias, lo cual tiene consecuencias negativas en los países en desarrollo. La Unión Europea es el mayor comerciante de productos agroalimentarios y destina una gran cantidad de recursos a proteger a los agricultores, pero esto ha generado excedentes agrícolas y críticas por ser poco productivo. Además, estas políticas afectan a los agricultores de países en desarrollo y contradicen la ayuda oficial al desarrollo que brinda la UE.
Los países más ricos, a diferencia de las industrias básicas como la textil, mantienen una política activa de subvención y promoción del sector agrícola. Gracias a esta acción, han logrado mantener su control sobre la producción y el comercio agrícola a nivel mundial. Sin embargo, exceptuando a Nueva Zelanda, también han generado una gran dependencia del sector en las subvenciones y barreras arancelarias. Este problema no solo implica un alto costo para los contribuyentes, sino que también está causando graves consecuencias en los países en desarrollo.
Sus clientes más importantes son el Reino Unido, Estados Unidos y China. En China, casi una cuarta parte de la población se dedica a la agricultura
El mayor comerciante del mundo en productos agroalimentarios es la Unión Europea, que ha logrado este título. Sus clientes más importantes son el Reino Unido, Estados Unidos y China. En China, casi una cuarta parte de la población se dedica a la agricultura. Estos tres países representan juntos el 41% de todas las exportaciones de la Unión Europea.
Hace más de 60 años, nació la Política Agraria Común con el propósito de brindar apoyo a los agricultores y fomentar la producción agrícola comunitaria. Su enfoque principal era otorgar ayudas directas, establecer regulaciones y cofinanciar programas de desarrollo rural. En aquel entonces, Europa se estaba recuperando de los estragos de la Segunda Guerra Mundial y buscaba lograr la autosuficiencia en la producción de alimentos, garantizar un nivel mínimo de vida para los agricultores y asegurar precios justos para los consumidores. Sin embargo, a partir de mediados de los años 70, estos objetivos se han superado, resultando en excedentes agrícolas que a menudo se exportan al mercado mundial.
Recibe 3 importantes críticas el proteccionismo agrícola europeo, que es muy popular entre los agricultores y estos cuentan con una gran capacidad para influir en la política de la Unión.
Los recursos invertidos en proteger a un sector que representa solo el 4,2% de todo el empleo (2020) y contribuye al 1,4% del producto interior bruto de la UE (2022) son objeto de críticas. A pesar de que el peso presupuestario destinado a la PAC ha disminuido en las últimas décadas, pasando del 60% del presupuesto comunitario en los años 80 al 30% en la actualidad, el presupuesto total ha seguido creciendo. Esto implica una inversión significativa en un sector poco productivo y con poco valor añadido en general.
Las ayudas directas a los agricultores constituyen la mayor parte de la PAC, representando el 68% del gasto total en 2021. Estas ayudas oscilan entre 10.000 y 100.000 euros al año, con un 58% de los agricultores recibiendo cantidades dentro de este rango. Es importante destacar que este gasto es altamente regresivo, ya que el 80% de las subvenciones benefician únicamente al 20% de las explotaciones más grandes.
En primer lugar, es importante destacar que la Política Agrícola Común (PAC) tiene como objetivo proteger a los agricultores europeos de la competencia. Sin embargo, esta protección se logra inflando artificialmente los precios, lo que resulta en la generación de grandes cantidades de excedentes. Estos excedentes se enfrentan a dos opciones: ser destruidos o vendidos a países en desarrollo a precios muy bajos. Lamentablemente, esta situación ha afectado negativamente a los agricultores de estos países, ya que no pueden competir contra los bajos precios de los productos importados. Como resultado, son expulsados tanto del mercado europeo como del mercado local en sus propios países. Esto es especialmente preocupante si consideramos que la agricultura es el principal sustento de las economías pobres y en vías de desarrollo. Un ejemplo claro de esta problemática se encuentra en el África subsahariana, donde más de la mitad de los trabajadores dependen del sector agrícola para su sustento. Es evidente que las políticas proteccionistas de la PAC están teniendo un impacto negativo en estas comunidades vulnerables.
Estos excedentes se enfrentan a dos opciones: ser destruidos o vendidos a países en desarrollo a precios muy bajos
Con los datos de la ayuda al desarrollo llega una paradoja. La UE, el mayor donante de ayuda oficial al desarrollo (AOD) a nivel mundial, gastó un total de 19.000 millones de dólares norteamericanos en fondos bilaterales en 2021. De ese monto, el 20% se destinó al África subsahariana. Estos datos nos llevan a cuestionarnos si la UE podría ahorrar en ayuda oficial al desarrollo si adoptara una política agrícola menos proteccionista y permitiera a los países más pobres competir con sus productos. ¿Es injusto que los países pobres se beneficien de tener un costo laboral mucho más bajo y puedan vender a precios más bajos?
Promover actividades dependientes del presupuesto de la Ayuda al desarrollo a cambio de devastar un sector esencial en las economías más pobres es lo que hace la UE con el sistema actual. Desde luego, no parece ser un buen trato para nadie.