Por razones obvias me ha tocado ver, observar y opinar sobre la totalidad de los debates entre candidatos a la presidencia del Gobierno de España desde que se implantó como norma en la televisión. Felipe con Aznar, Zapatero con Rajoy, y esta vez, anoche, entre un presidente en ejercicio y un expresidente de Galicia. Y nada más empezar, aquello parecía un duelo entre un chulapo de Lavapiés contra un gallego de Pontevedra que, para sorpresa de todos, y he dicho de todos, resultó que supo tomarle la medida al actual inquilino de la Moncloa de tal manera que fue visible, muy visible, como Sánchez, nervioso, perdía los papeles y trataba de boicotear al contrincante a base de interrumpirle y no dejarle hablar. Pero el gallego demostró que tenía aguante y, sobre todo, supo echarle en cara al sanchismo sus muchas contradicciones que era incapaz de asimilar.
En definitiva, ayer todos vimos llegar al plató de Atresmedia a un Feijóo que tenía claro que el adelanto electoral programado por Sánchez no le era favorable, y que además tras el paseo triunfal por todas las cadenas desmintiendo que no mentía, sino que cambiaba de criterio, le estaba beneficiando. La metedura de pata de María Guardiola en Extremadura boicoteó el triunfo de las elecciones donde el PP arrasó y la campaña estaba siendo cuestionada.
Hasta anoche, donde Feijóo ha derrotado a un Pedro López que no sabía dónde esconder sus contradicciones, sus traiciones y, en definitiva, sus muchas mentiras…
Lo dicho. Anoche nació un nuevo líder de la derecha que, si no lo evita un nuevo cisne negro, como el 11-M, será el nuevo presidente del gobierno y tendrá la obligación de deshacer las barbaridades que durante cinco años han convertido a España en un país donde han mandado los enemigos de España. Donde se ha legislado bajo la batuta de etarras, separatistas y golpistas a los que, no solo se les ha indultado, sino que se ha legislado bajo sus indicaciones.
Alguien tiene que poner las cosas en su sitio, y Feijóo será quien acepte el desafío. El interrogante es que no se repita la política de Rajoy, que pudiendo actuar con mayoría absoluta resultó un continuista de las políticas del siniestro Zapatero y no cumplió lo prometido. No cumplió lo que los españoles que le votaron esperaban.