Este viernes Estados Unidos ha anunciado que se deshará de un importante paquete de bombas de racimo, brohibidas por el Tratado de Oslo, que seán entregadas a Kiev, cruzando así otra línea roja marcada por el gobierno de Joe Biden en el envío de armas a Ucrania. La decisión, adelantada por fuentes anónimas a varios medios estadounidenses, forma parte de un paquete de asistencia de 800 millones de dólares y sin duda generará polémica.
Bombas lanzadas desde aviones o por artillería, conocidas también como munición de fragmentación, se separan en el aire en múltiples "submuniciones" o "pequeñas bombas". Estas tienen la capacidad de alcanzar numerosos objetivos en un área vasta. Su carácter indiscriminado y su impacto en civiles, especialmente niños, incluso después de una contienda, ha llevado a que grupos de control de armas y activistas de derechos humanos las rechacen. Además, se consideran el armamento con más nivel de fallos, ya que muchas de las submuniciones no llegan a detonar inicialmente. Según algunos grupos, esto ocurre cerca del 20%, mientras que según el Comité Internacional de la Cruz Roja puede llegar hasta el 40% en algunos casos.
Desde 2008, la Convención sobre armas en racimo ha sido respaldada por 123 países, quienes han prohibido el uso de este armamento. Aunque países como EEUU, Ucrania y Rusia no se han unido a esta convención, la gran mayoría de los aliados de EEUU en la OTAN, incluyendo Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España, sí lo han hecho. La convención entró en vigor en 2010.
Durante meses, Biden se había resistido a las peticiones de Volodímir Zelenski debido a las preocupaciones y reticencias de los aliados. Zelenski había urgido al Congreso a presionar a la Casa Blanca, argumentando que esto les ayudaría en la contraofensiva y a superar su desventaja tanto en artillería como en efectivos militares.
Además, existe una ley de 2009 que impide a Estados Unidos exportar bombas de racimo si el porcentaje de submuniciones no detonadas supera el 1%. Sin embargo, Biden tiene la capacidad de ignorar esta limitación, tal como lo hizo Donald Trump en 2021 al enviar un cargamento a Corea del Sur.
En junio, durante una comparecencia ante el Congreso, un alto cargo de Defensa anunció un cambio en la postura de la Administración del demócrata. Se determinó que la munición podría ser útil para Ucrania en su lucha contra las posiciones excavadas rusas en el campo de batalla. Aparecieron muestras de este giro el mes pasado.
Sin confirmar definitivamente el envío, el general de brigada Pat Ryder aseguraba este mismo jueves que las bombas de racimo que se está considerando facilitar a Ucrania no incluirán variantes con índices de no detonación superiores al 2.35%.
Desde que comenzó la guerra en febrero del año pasado, se han registrado numerosos informes que confirman el uso de bombas de racimo tanto por Ucrania como, especialmente, por Rusia. Según el informe anual de la Cluster Munition Coalition, una campaña global de la sociedad civil que aboga por la erradicación de este armamento, en los primeros seis meses de la contienda, 689 personas perdieron la vida.
En junio, se escribió una carta por ese grupo en la que se recordaba que tanto el daño sustancial que presentan para civiles como el consenso internacional sobre su prohibición son ignorados por cualquier alegación de posibles beneficios tácticos de la transferencia y uso de municiones de racimo a Ucrania en defensa de su territorio.
Las bombas de racimo: un arma destructiva y controversial
Las bombas de racimo son armas explosivas que contienen múltiples submuniciones, conocidas como submuniciones o municiones en racimo, que se dispersan en el aire o se lanzan desde el suelo. Estas submuniciones están diseñadas para cubrir un área amplia y causar daño indiscriminado, tanto a objetivos militares como a civiles. Aunque se han utilizado durante décadas en conflictos armados, las bombas de racimo han generado una gran controversia debido a su impacto humanitario y a largo plazo en las áreas afectadas.
Una de las principales preocupaciones asociadas con las bombas de racimo es su efecto indiscriminado. Dado que las submuniciones se dispersan en un área amplia, es difícil controlar con precisión a quién o qué afectarán. Esto ha llevado a numerosas víctimas civiles, incluidos niños, que han sufrido heridas graves o muerte debido a la explosión de submuniciones sin detonar. Además, estas submuniciones no explotadas representan un peligro persistente para la población local, ya que pueden detonar años después del conflicto, causando lesiones o muertes incluso mucho tiempo después de que haya terminado el enfrentamiento.
Otra crítica importante hacia las bombas de racimo es su impacto en el medio ambiente. Al dispersarse en un área amplia, estas armas pueden contaminar extensas zonas con explosivos no detonados y submuniciones dispersas. Esto tiene un impacto devastador en la agricultura, la fauna y el ecosistema en general. Además, la presencia de submuniciones sin explotar dificulta las tareas de limpieza y desminado, retrasando la recuperación de las comunidades afectadas.
En respuesta a estas preocupaciones, la comunidad internacional ha tomado medidas para abordar el problema de las bombas de racimo. En 2008, se negoció y adoptó la Convención sobre Municiones en Racimo, que prohíbe el uso, la producción, el almacenamiento y la transferencia de estas armas. Hasta la fecha, más de 100 países se han adherido a la convención y se han destruido grandes cantidades de municiones en racimo. Sin embargo, algunos países no han firmado ni ratificado el tratado y todavía se enfrentan a desafíos para eliminar por completo estas armas de sus arsenales.
En conclusión, las bombas de racimo son armas destructivas y controvertidas que han causado un grave impacto humanitario y ambiental en los conflictos armados. Su naturaleza indiscriminada y el peligro persistente que representan las submuniciones no detonadas hacen que sea imperativo abordar este problema. A través de la adhesión y cumplimiento de la Convención sobre Municiones en Racimo, así como de esfuerzos continuos para la limpieza y desminado, se espera reducir el uso y el impacto de estas armas y proteger la vida y el bienestar de las comunidades afectadas.