En Europa se implantó un idílico denominado estado del bienestar, y que en síntesis era un conjunto de políticas y programas destinados a garantizar el bienestar social y económico de todos los ciudadanos. Se trataba de promover la igualdad y la protección social a la sociedad moderna.
Y tras una política de abrir las fronteras a unas oleadas masivas de inmigrantes africanos, promovidos por la Open Sociey Foundations de George Soros, la mayoría de religión musulmana que no se adapta nada bien en la cultura europea, nos hallamos ante un desafío muy difícil de resolver. Lo de estos días en Francia es sólo un ejemplo.
Mientras, durante estos años se ha creado toda una élite de políticos y altos cargos que alcanzan un nivel de vida exclusivo con privilegios que, mientras la crisis castiga a la población, ellos disfrutan, por ejemplo, de viajes en Falcon a Nueva York, para disfrutar de un turismo de lujo pagado con nuestros impuestos. Acabamos de ver en Francia, como su presidente disfrutaba con su joven esposa el último concierto de Elton John mientras ardía París.
Los políticos, los altos cargos, viven en urbanizaciones privadas alejadas de las ciudades donde la delincuencia las hace insoportables. Ellos no tienen que llenar el depósito de sus coches. Disfrutan de vehículo oficial con chófer pagado con nuestros impuestos.
Parece que la historia se repite. Siempre habrá reyes y su corte de privilegiados y la masa de población que paga sus lujos. Sí, es el estado del bienestar. Pero de la clase política y sus amigos.
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