Si nos guiamos por los resultados de la banca publicados en los medios, auspician buenos tiempos. Con unos beneficios de 13.500 millones, un 50% más que el año pasado, crecerá el entusiasmo y el dinero correrá con generosidad.
Superados los malos momentos y la depresión, empresas y directivos están dispuestos a lanzarse e invertir. Hasta la prima de riesgo se ha situado por debajo de los 70 puntos y el mundo del dinero comienza a perderle el respeto a la crisis catalana, al margen de las últimas noticias sobre el paradero del impresentable Puigdemont, con la total ignorancia ciudadana sobre quien financia sus andanzas y despropósitos…
En sentido contrario, la gran mayoría, continúa esperando la milagrosa aparición de “alguien” que haga algo de verdad y sea capaz de luchar contra la injusta desigualdad que seguimos padeciendo. En una palabra, que mejoren los sueldos y permitan a los trabajadores proporcionar un plus de dignidad y calidad de vida a sus familias. La pobreza colectiva no es ninguna leyenda urbana sino una sangrante realidad generadora de marginación de los menesterosos, testimonio de la más abyecta arbitrariedad y atropello por parte de los poderosos.
Nos quejamos de los jóvenes y no tan jóvenes que habiendo alcanzado los 35-40 años, de alguna manera continúan viviendo con sus padres incapaces de emanciparse, cuyo futuro pinta más negro cada día por efecto de sus raquíticas retribuciones, sin poder alquilar una vivienda o crear una familia. De alguna manera deberán superar su permanente frustración y alcanzar las metas perseguidas.
Que no todo es festejar la fortuna de los ricos. Admitamos sus ingresos cuando estén justificados pero sin llegar a esas insultantes diferencias que nos mantienen amargados y humillados las 24 horas del día. Si en efecto la economía evoluciona positivamente, permítasenos participar de la fiesta y aliviarnos de tanto sinvergüenza.
Muchos de nuestros políticos pertenecientes a diversas formaciones, rezuman incompetencia, gestionan desastrosamente, carecen de la más elemental formación, conocimientos y hueros de estrategia, amen de mantener e invertir gran parte de su tiempo en permanentes enfrentamientos y escasa atención a la resolución de los auténticos problemas relacionados con el paro, economía, sanidad, educación, pensiones y un largo etcétera. Síntomas del descontento ciudadano que debería inquietar seriamente al Gobierno, en lugar de dedicarse vehementemente al mantenimiento de sus respectivas poltronas... ¡¡Tiempo al tiempo!!