Ese empeño de que no se inicien conversaciones para que Rusia y Ucrania firmen la paz, tanto ofertada por el líder chino Xi Jinping, e incluso por el Papa Francisco, puede no ser tan sincera. Porque a pesar de que el ministro europeo de la guerra, Josep Borrell, insiste en que lo que toca es derrotar a Rusia, los observadores estadounidenses, que son quienes de verdad deciden, están interesados en comprobar si los misiles Kinzhals rusos son verdad que, volando a seis mil kilómetros por hora, son imposibles de interceptar por los MIM-104 Patriot, un sistema de misiles tierra-aire de largo alcance fabricado por la compañía estadounidense Raytheon.
Y es que el grupo occidental está pendiente de la tecnología de guerra rusa y china, que en cualquier momento puede dejar inservibles todos los sistemas antimisiles desarrollados por el bloque y hacer que los miles de millones invertidos vayan al cubo de basura.
Por eso están dispuestos a enviarle a Volodomir Zelenski todos los Patriot que tengan almacenados para que los utilice contra los misiles que Putin lance sobre Kiev.
Estados Unidos y los países aliados deben desarrollar sistemas que puedan interceptar a los Kinzhals rusos. Y el lugar donde experimentar, mejor en un escenario de guerra real: Ucrania.