Visto lo visto, quizá es hora de que lo mejor sea que nos gobierne la llamada Inteligencia Artificial. Sí, esa de OpenAI, de la que llevamos siendo bombardeados desde octubre del pasado año en el que pusieron una versión de ChatGPT a cierto público, adelantándose en diez años a su previsto lanzamiento. Porque imagino que con un buen programa de AI se terminarán los sobornos a la clase política que nadie parece querer frenar, ya que el turnismo entre PSOE y PP mantiene las redes corruptas para beneficio de todos.
Y utilizar la IA en el campo de la Justicia quizá sea lo más fácil para interpretar las leyes. Y se acabarán esas prescripciones que, por alguna razón, siempre benefician a los Albertos, a Juan Ignacio Sánchez Galán... y evitaremos la sospecha de por qué el magistrado Manuel García-Castellón lo saca del Caso Villarejo, o cuando beneficia a conocidos narcotraficantes.
Si la IA se encargara de la justicia, se pondría fin a esos maletines llenos de billetes que algunos llevan a ciertos jueces para que se equivoquen, les venza algún plazo o quién sabe qué más.
Acabo de volver a ver un video donde un parlamentario europeo contaba cuál era su trabajo y los miles de euros que se embolsaba, además de otros privilegios indecorosos. Voto porque todos sean sustituidos por una máquina con IA. Aparte del correspondiente ahorro, la IA evitaría que los europarlamentarios corruptos aceptasen las mordidas de lobbies y de traficantes de influencias que conviven en los mismos edificios.
Sí, voto porque se aplique la IA de forma masiva y que el político deje de meter la mano en la caja de nuestros impuestos. Y eso antes de que llegue la temida singularidad tecnológica. A lo mejor la IA no habría permitido el robo de miles de millones en el proyecto de la M-30 madrileña. A lo mejor la IA no habría permitido que Ana Botella, esposa de José María Aznar, vendiera 1860 viviendas municipales a un fondo buitre a un precio muy inferior al del mercado.