Mucho se ha escrito sobre esos oligarcas rusos que, tras la caída del imperio soviético, se apropiaron de las empresas estatales y abandonaron la madre Rusia con miles de millones que invirtieron en multitud de negocios en Londres, Nueva York y las principales capitales de Occidente.
Y de esos se escribe muchísimo, sobre todo tras los embargos por la guerra en Ucrania, en contraste con nuestros oligarcas, que acceden a la política poco menos que con una mano delante y otra detrás, y que tras unos años en el poder, manejando el Boletín Oficial del Estado desde los despachos de la Moncloa, a los pocos años los vemos viajando en avión privado y con doble nacionalidad tras ser acogidos con los brazos abiertos por Luis Abinader, presidente de la República Dominicana, por poner un ejemplo.
Alguno de nuestros oligarcas, con un origen humilde, tras pisar la Moncloa, ahora son multimillonarios sin que ninguna institución se haya planteado investigarlos por el concepto de enriquecimiento ilícito. Parece que nuestra cultura a favor del oportuno pelotazo considera normal dicho enriquecimiento no justificado. Si alguien hiciera números sobre su patrimonio cuando ingresó en la política y el que amasó a su salida, nos llevaríamos alguna que otra sorpresa. ¿Quieren nombres? Los oligarcas que se forraron durante el franquismo ya son de sobra conocidos. De la reciente democracia están los casos de Felipe González, Rodríguez Zapatero, el exministro Miguel Ángel Moratinos, José Bono...
Y también la versión cañí: Pepiño Blanco, Manuel Chaves, Eduardo Zaplana, Carlos Fabra, Franciso Camps, Ignacio González, Ruiz Gallardón, Rodrigo Rato, Francisco Granados, Ángel Acebes... O el caso de Florentino Pérez, como tituló El Mundo: El hijo del perfumero que quiso ser político. Fue delegado de los Servicios de Saneamiento y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid, concejal de UCD, director general de Infraestructura del Transporte del Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones. Subsecretario-Presidente del Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (IRIDA) del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Participó en la Operación Roca, como Secretaio General del Partido Reformista Democrático, financiado por Rafael del Pino Moreno, padre del actual presidente de Ferrovial. Ahora pasa a ser uno de los oligarcas españoles más valorados por las revistas epecializadas.
Me imagino que nadie los denunciará por enriquecimiento ilícito. Ya se encargará el bien engrasado ejército de fiscales y jueces de no mover un dedo, con un Conde Pumpido como presidente del Tribunal Constitucional.
España no es Argentina, donde los Kirchner pesaban los fajos de las coimas antes de transportarlos en uno de los aviones oficiales hasta la cueva de la casa en la Patagonia. Nuestros oligarcas son más sutiles y, tras años de pasar por el gobierno, poseen bienes raíces, ladrillo, en diversos países que nadie se atreve a desvelar, entre otras cosas, porque gozan de bula, salvo que el Villarejo de turno tire de grabaciones. Y hablando de grabaciones, las que acumula el exministro Pepe Bono en el sótano de una de sus mansiones en Castilla-La Mancha.
Aquí los vemos transitando del Renault al coche con chófer, avión privado y disfrutando la vida tras construir un resort o un casino en Santo Domingo.