Gustabo Petro, presidente de la República de Colombia, tuvo la ocurrencia cuando fue alcalde de Bogotá, de repartir cien mil millones de pesos, a diez mil pandilleros, diez millones de pesos a cada uno, para que bajaran su nivel de delincuencia. Así se aseguró el voto de esos delincuentes y sus familias... "Cogimos diez mil pandilleros…hicimos un cálculo de cuanto ganaban robando, y eso se lo entregamos…", reconoció sin sonrojarse. Y ahora critica a
Nayib Bukele, presidente de El Salvador, por haber construido la prisión más segura y grande de toda América, donde albergarán a cuarenta mil terroristas miembros de las siniestras maras.
Petro, del que circulan videos recibiendo fajos de billetes en su despacho, tiene la desfachatez de criticar precisamente al país que de ser el de mayor criminalidad del mundo durante muchísimos años, en muy poco tiempo, ha pasado a ser el más seguro de América. No le parece bien que los miembros de las maras estén encerrados en una cárcel donde no reciben visitas, no tienen televisión, ni diversiones… No han sido condenados para que vivan en un hotel. Deben pagar el daño producido a una sociedad que ha sufrido más de ciento veinte mil asesinatos de estos pandilleros que mataban por cualquier motivo y durante treinta años han sometido a una población cuyos políticos pactaban la cuota de asesinatos anuales, mientras las ONG’s bendecían los pactos.
Gracias a que ahora todos esos pandilleros asesinos están encerrados ese país será un atractivo turístico. Porque se podrá circular por todos los pueblos, por todos los barrios, sin que alguien te ponga una pistola en la frente para que le entregues tu celular, como poco.
Las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, financiadas generosamente por esa élite de oligarcas globalistas aplauden a Petro y critican a Bukele. Unas organizaciones que siempre se han preocupado de los criminales y olvidan que sus defensores roban, extorsionan, asesinan y limitan la libertad de una población durante treinta años, sembrando el terror en todo El Salvador. Y por supuesto traficaban con droga cuyo dinero era blanqueado en entidades bacarias cuyos oligarcas son los principales beneficiados.
Unas organizaciones que avalaban con su presencia alianzas con gobiernos corruptos que pactaban con las maras el número de crímenes autorizados.
Un país seguro
Hoy en El Salvador apenas se cometen asesinatos, cuando antes algunos fines de semana superaban los ochenta crímenes. ¿Puede decir lo mismo Petro de su país, donde las matanzas colectivas sieguen siendo portada de sus informativos?
Colombia sigue siendo un narcoestado con un muy alto índice de criminalidad. El Salvador ya no. Hoy por hoy es arriesgado hacer turismo en Colombia. En El Salvador no. En la Colombia de Preto cada día se producen más de mil asesinatos. El Salvador lleva meses sin que se produzca un asesinato, porque los que mataban están presos en esas cárceles que no gustan al presidente colombiano que paga a miles de criminales para que les voten.
Antes de Bukele, los miembros de las maras encarcelados gozaban de visitas con prostitutas, televisores, juegos, teléfonos celulares, drogas y abundante comida con pollo. Hoy, Bukele los ha aislado y les ha quitado todos esos privilegios. Y las organizaciones de Derechos Humanos denuncian la nueva situación de los presos. Pero Bukele ha prometido que comerán lo mismo que la población, frijoles y arroz. Cuando haya pollo para los niños salvadoreños, para los adultos, para la policía, entonces también habrá para los reclusos.
En Colombia es de sobra conocido que los criminales, los narcos, se construyen sus palacetes donde serán encarcelados y gozan de visitas, de prostitutas, de droga, abundante comida, y celulares para que sigan dirigiendo sus organizaciones criminales mientras cumplen condena. En El Salvador no. En El Salvador los presos limpian las calles de pintadas que marcaban la territorialidad de las distintas maras. En El Salvador los presos construyen escuelas, arman pupitres, y adecentan las playas. En El Salvador, las presas cultivan campos para dar de comer a los colegios y a la población reclusa… Crían rebaños y aprenden un oficio para cuando obtengan la libertad.