Comienza la Segunda Transición
Por
Enrique MONTÁNCHEZ
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enriquemil21es/7/7/13
martes 19 de mayo de 2015, 11:36h
Este domingo 35 millones de potenciales votantes darán un vuelco al mapa municipal y de ellos, casi 20 millones cambiarán el signo del poder autonómico en 13 de las 17 Comunidades y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Todas las encuestas y estudios demoscópicos vaticinan el final del bipartidismo que desde hace casi cuarenta años ha monopolizado la vida política española.
Esa primera vuelta será el anticipo de la segunda y definitiva: las elecciones generales previstas, en principio, para el próximo noviembre. El nuevo mapa político que surgirá al cierre de los colegios electorales el domingo 24 de mayo anuncia fragmentación y el fin de las mayorías que han permitido gobernar a socialistas y populares durante décadas sin apenas necesidad de pactos poselectorales.
El modelo emanado de la Transición Política ha tocado fondo. Se ha consumido lentamente por el fuego de la corrupción y la judicialización de la vida política, un fuego que en los últimos años se ha avivado por la crisis económica y los recortes sociales que afectan a todos los pilares del sistema.
Agotado el modelo, es la hora de la Segunda Transición. Las dos nuevas fuerzas surgidas por la izquierda -Podemos- y por el centroderecha -Ciudadanos- romperán el reparto de poder y la alternancia en el mismo de socialistas y populares.
Dos partidos inéditos, nucleados en torno a Pablo Iglesias y Albert Rivera, respectivamente, con programas modulables a golpe de encuestas, ruido mediático y marketing político de laboratorio. Dos partidos que, si este domingo obtienen magros resultados, estarán abocados, bien a mantenerse en la oposición de ayuntamientos y gobiernos autonómicos, o bien para “tocar” poder completar mediante alianzas los votos perdidos por populares y socialistas. En este último caso, bien podría decirse que para ese viaje no hacían falta alforjas.
Es decir, si Ciudadanos termina pactando con el PP las mayorías necesarias para que éste gobierne, puede despedirse de retener en las elecciones generales el voto desafecto de los populares. Su recorrido político en el espacio nacional habría resultado efímero. Algo similar le ocurrirá a Podemos si presta sus escaños al PSOE. El votante socialista o de Izquierda Unida desencantado volvería en las generales a sus siglas tradicionales. Difícil papeleta para ambas formaciones.
Las encuestas sin “cocina” de por medio que manejan internamente Gobierno y partidos dibujan un escenario fragmentado, pero no apocalíptico: ni los dos grandes partidos sufrirán un gran varapalo, ni las dos nuevas formaciones obtendrán resultados arrolladores.
Ello obligará, tanto en el ámbito municipal como autonómico, a formar gobiernos en minoría con apoyos puntuales que dificultarán enormemente la gestión política. En medio de un escenario de pactos bajo cuerda llegaríamos a las elecciones generales. Tratar de predecir en un ambiente tan enrarecido qué ocurrirá en las generales es, cuanto menos, aventurado. Si bien no es descabellado apuntar que, una vez roto el bipartidismo, con unas Cortes fragmentadas y una muy difícil gobernabilidad, el Gobierno que resultase elegido podría verse obligado a convocar nuevas elecciones en el plazo de año y medio, en 2017.
El comportamiento parlamentario de unos y otros -partidos tradicionales, emergentes y formaciones nacionalistas- permitiría al electorado afinar su voto en las elecciones adelantadas de 2017 con la confianza de que resultase elegida una nueva mayoría.
Ante un panorama tan políticamente inestable, y sin aventurar cómo influirá el independentismo catalán, en los eventuales escenarios que los políticos contemplan no figura la posibilidad de un gran gobierno de coalición, la fórmula que se antoja más inteligente para afrontar situaciones extremas. Un Ejecutivo que incluyese el ADN político de todas las fuerzas con representación parlamentaria sería el mejor camino para emprender la Segunda Transición y llevar a cabo las reformas pendientes.