Soy de Madrid, y sentir mi ciudad nuevamente destrozada me rompió por dentro. Recordé el sufrimiento que mi madre me contaba cuando vivieron los años de asedio por los fascistas de Franco. Madrid resistió a esos fascistas, y antes a los franceses, o a los conservadores monárquicos, y resistirá a los que vengan detrás. Es una ciudad, son unos ciudadanos valerosos, curtidos en cien batallas. Es una ciudad cordial, que recibe con generosidad a todos aquellos que llegan con buenas intenciones, y también es una ciudad valiente, muy valiente.
No quiero centrar estas reflexiones sólo en el dolor que me produjeron las decenas de víctimas, ni el impacto de las imágenes, ni el escalofrío que sentí al ir conociendo las primeras noticias, y en especial las dudas sobre su autoría. Se que lo que voy a decir es políticamente incorrecto, pero sentí una especie de alivio junto con el dolor, cuando se confirmó que era un atentado de terroristas islámicos.
Que era hacia Al Qaeda y no hacia ETA donde debíamos dirigir nuestra indignación y nuestra ira. Puede sonar cruel pero el panorama que podía producir la segunda hipótesis me asustó, e intuyo que también asustó a sus miembros y a quienes les apoyaban.
En este país (ponga cada uno lo que quiera aquí) existe, y existirá un antes y un después de ese 11-M. Nada será igual porque pasaron demasiadas cosas. Vimos cara a cara la peor expresión del fanatismo, e incluso estoy convencido que esa barbarie ha hecho reflexionar a otros fanáticos. Fue tan fuerte el impacto, que produjo millones y millones de anticuerpos contra esa enfermedad, y aunque sea irreverente creo que ayudó al inicio del final de la violencia autóctona.
Pero no sólo hubo violencia física, no sólo hubo canallas asesinos, también se practicó la violencia psicológica y aparecieron los canallas políticos. El burdo intento de engañar a una sociedad sacudida por el horror, figurará también en la historia de nuestro país como uno de los intentos de manipulación más sucios de su historia.
Afortunadamente esa sociedad sacó fuerzas de flaqueza y combatió pacíficamente, democráticamente, a esos otros canallas. Los echó de una patada del poder con la fuerza de sus votos.
Después se creó una comisión de investigación que acabó como el "rosario de la aurora", porque entre otras cuestiones el PP no estaba interesado en que se supiera toda la verdad. Así lo denunció esa valiente e inmensa mujer, la Presidenta de la Asociación de víctimas del 11-M, Pilar Manjón, en una impactante y estremecedora intervención.
Los canallas que intentaron engañar no estaban dispuestos a que se les desenmascarara, y pusieron a trabajar a sus poderes mediáticos para desprestigiar a esta valiente mujer. Afortunadamente los anti cuerpos inculcados en nuestra sociedad lo impidieron, y pudieron con la infección creada artificialmente.
No podemos devolver la vida a las 199 personas que se perdieron, las palabras no resucitan a los muertos, tampoco sanar los cientos de heridos, ni siquiera aliviar el dolor de sus familiares, pero si ese horror puede evitar otros horrores, si esas víctimas pueden evitar otras víctimas, allí donde estén estoy seguro que las reconfortará.
Un crespón negro estará para siempre en esta fecha. Un crespón que espero nos ayude a todos a aprender que con violencia no se consigue nada, sólo muerte y sufrimiento. Pero también que la mentira y la manipulación se paga. Espero que esas dos ideas fuerza perduren para siempre en nuestra memoria como pueblo.
También tengo un sueño. Que ese terrible día sea el último en el que alguien muera, porque algún iluminado piense que de esa forma soluciona problemas políticos. Los conflictos políticos sólo se solucionan por vías políticas. Que nunca olvidemos ese 11-M, ni esos crímenes, ni esas manipulaciones. Que aprendamos de ese drama colectivo.
Por eso viendo desde este 2022 el drama de Ucrania, o el infame pacto de CyL, el abrazo del oso de la derecha extrema por la extrema derecha, me desgarro de nuevo. Quizás no hayamos aprendido nada de lo que ocurrió ese día, quizás nos queden más momentos dolorosos que vivir. Quizás…