La ejecución en Arabia Saudí del prestigioso clérigo chiita Nimr Baquer Al-Nimr y 46 de sus seguidores obedece a dos objetivos de la familia real saudí: cortar de raíz los movimientos rebeldes de confesión chiita que se están formando en Arabia Saudí y en la región del Golfo, y dirigir la recién creada “alianza islámica antiterrorista” contra Irán y los movimientos fieles al chiismo de Teherán, principalmente el Hezbolá libanés y el Hamas palestino.
A raíz de la guerra de Yemen, en la que Arabia Saudí bombardea desde hace meses a la rebelión huzí, las minorías chiitas en el Golfo están organizando movimientos de resistencia que conduzcan a una insurrección armada en algunos de ellos, como Bahrein, donde ya hubo un conato de revueltas en 2013, según supo MIL21 en fuentes de inteligencia árabes.
Además de Bahrein, donde los musulmanes de confesión chiita son mayoritarios, en Omán, en Kuwait y en Arabia Saudí, las minorías chiitas son objeto de ataques reivindicados por el Estado Islámico. Las ejecuciones en Riad son un claro mensaje frente a cualquier intento de resistencia por parte de los seguidores de Ali, el yerno del Profeta Mahoma.
Arabia Saudí se siente cada vez más acorralada al conocerse públicamente que sostiene al chiita Estado Islámico
La formación de una “alianza islámica antiterrorista” liderada por Arabia Saudí comienza a cobrar visibilidad, indicaron las citadas fuentes de inteligencia. “Hasta ahora los objetivos de dicha Alianza eran confusos, ya que no se precisaba la naturaleza de los movimientos terroristas a los que Riad pretende combatir”, precisan. De hecho, a dicha alianza no fueron invitados Irán, Siria y Argelia.
Los analistas de geopolítica medio-oriental son unánimes en constatar que Arabia Saudí se siente directamente acusada de sostener a los terroristas del Estado Islámico y otras formaciones de oposición en Siria, y ha reaccionado formando una gran coalición para combatir el terrorismo en cualquier país musulmán.
Ejércitos frente a frenteSin embargo, las acciones concretas realizadas hasta el momento apuntan a una selección de objetivos: los rebeldes yemeníes, la insurrección bahreiní, el régimen de Bashar al-Asad y el Ejército iraquí atacado por las milicias del Estado Islámico.
La ejecución del clérigo Al Nimr también va dirigida a levantar un frente anti-iraní, con los riesgos de un enfrentamiento armado entre las dos ramas rivales del Islam: la suní de Riad y la chiita de Teherán.
El enfrentamiento entre saudíes (suníes) e iraníes (chiitas) en Siria se extiende con revueltas en los países del Golfo
Arabia Saudí tiene el cuarto presupuesto militar más grande del mundo, y posee una enorme variedad de armamento de última generación, principalmente aviones de combate y vehículos blindados, todos ellos adquiridos en Estados Unidos. El último mega contrato de armas que se realizó en el mundo lo protagonizaron el Gobierno saudí y empresas armamentistas norteamericanas en 2010, con un monto de más de 60.000 millones de dólares.
Sin embargo, Irán posee un Ejército estructurado y con equipamiento moderno, y, sobre todo, altamente motivado en cuanto a un posible enfrentamiento con Arabia saudí. Algo que los dirigentes de Teherán intentan evitar porque saben que “automáticamente” entraría en acción el acuerdo norteamericano-saudí de defensa, que prevé la intervención de EEUU en apoyo de su aliado estratégico.
Ruptura de relaciones
El Gobierno de Teherán intenta reaccionar conservando el control de la situación ante lo que la sociedad iraní considera “una provocación inaceptable”. Los ultraconservadores aprovechan la prudencia del presidente Hassan Rohani para arremeter contra el sector reformador religioso.
Por su parte, los seguidores del expresidente y líder de los conservadores Mohamed Hattami, hacen llamamientos para seguir el ejemplo de las milicias Bassiyis que han protagonizado el asalto a la embajada saudí en Teherán, tras el que Arabia Saudí, Sudán y Bahrein han roto relaciones con Irán.
En este contexto, el principal terreno de confrontación entre el bloque árabe ultra conservador liderado por Arabia Saudí y el bloque autodenominado anti-imperialista dirigido por Irán, se encuentra en Siria, cuyo régimen acaudillado por Bashar Al-asad aliado de Irán y de Rusia está siendo acosado por cuatro fuerzas armadas convergentes: el Estado Islámico, el Frente Al-Nusra de Al Qaeda, el Ejército del Islam y el Ejército Sirio Libre.
Influyentes financieros norteamericanos vinculados a petroleras como Exxon Mobil pagan las armas del Estado Islámico
Según el analista político norteamericano Caleb Maupin existen en Estados Unidos “influyentes financieros que tienen sus propios objetivos en Siria e Irak” y que no dudan en apoyar al Estado Islámico.
Según dicho analista, el terrorista Estado Islámico liderado por Abu Bakr Al-Baghdadi recibe sus armas pagadas por estos hombres de negocios a través de petromonarquías del Golfo sumisas al dictado de las grandes compañías petroleras norteamericanas: Exxon Mobil, Chevron y Aramco, como cabezas de fila.
Si algunos de los grupos armados en Siria, como el Ejército del Islam y el Frente Al-Nusra son financiados abiertamente por Arabia SaudÍ, otros como el Estado Islámico recibe sus armas y avituallamientos de Qatar, de los Emiratos Árabes Unidos y de Bahrein, donde la multinacional Exxon Mobil “reina” sin restricción alguna.