Primero, porque la desintegración del contrato social —fruto de la globalización anárquica actual— desagrega los principales pilares que equilibran la sociedad, agudiza la brecha de desigualdad y acentúa la competición entre los más necesitados, creando así mecanismos conflictivos de deseos miméticos. En esta competición, los inmigrantes están desde el principio en situación de desventaja por venir de fuera. De ahí la segunda razón, automáticamente subyacente: la “no pertenencia” del inmigrante a la nación donde vive. Es un outsider percibido como un elemento exterior, ilegítimo, y por esto el trueno del estigma puede fácilmente caer sobre nosotros. En tercer lugar, al competir con vosotros, codicia nuestra misma condición. Y eso acaba por cambiar nuestra propia identidad. Aflora entonces la justificación de la violencia, al alegar que se trata de evitar la alteración de la identidad original., por ejemplo, el caso de una mujer en Alemania que me requirmina por ser migrante: “¡Es usted un extranjero!”, recordándome que “¡los papeles de nacionalidad se dan pero también se quitan!”. Expresaba una tendencia pesada al racismo instintivo. Pues la explosión de violencia expiatoria siempre se basa en una visión salvaje del otro, relacionada con el instinto, no con la razón. Los mecanismos racionales de esta visión siempre surgen a posteriori, para tratar de justificar la exclusión y la necesidad del sacrificio como algo legítimo. Las pulsiones violentas, incentivadas a menudo por los demagogos políticos, se reciclan como medidas de protección frente a la “amenaza” de los inmigrantes, incluso los “legales”, que, en el imaginario, resultan también ilegítimos.
En el rechazo que la víctima expiatoria sufre, aparecen siempre huellas del pasado mezcladas con fantasmas modernos, temores que no han sido atajados por la cultura civilizada. El antisemitismo histórico y el antiislamismo actual atestiguan prejuicios profundos, aunque no siempre conscientes. Se pueden detectar en las burlas, en el humor, en la descripción misma de los acontecimientos diarios. Las consecuencias de esto son innumerables, tanto para las víctimas como para la propia sociedad. Para quienes lo sufren, la vida es una batalla diaria que nos enfrenta a una constante mirada despectiva. Para la sociedad, esto es aún más grave porque debilita el Estado de derecho y emascula culturalmente nuestra identidad.
La misma topografía cabe aplicar a Alemania con:
El choque de la crisis del euro, atribuida a la prodigalidad de los países europeos del sur; la crisis larvaria de integración de los alemanes del Este; el aumento de la pobreza (más de 10 millones ocultos en la próspera Alemania); y la llegada de los refugiados. Estos son los componentes inflamables que Alternativa para Alemania (AfD) utilizó sin escrúpulos, cargando primero contra Europa, y ahora haciendo hincapié en el rechazo a los inmigrantes en general y a los musulmanes en particular.
Cuentan que un famoso intelectual turco, al ser preguntado sobre por qué la UE rechazaba constantemente la integración de su país en el bloque europeo, contestó, con ironía: “No sé, ¿quizás porque somos cabezas de turcos?”. Sus oportunas palabras apuntaban al papel que cumplen las cabezas de turcos o chivos expiatorios, esos seres o grupos humanos (Nosotros los inmigrantes, por ejemplo).
Los estereotipos existen en todas las sociedades.
Pueden parecer inofensivos, pero en realidad pueden causar un daño real a la vida de las personas a las que se dirigen. Las ideas simplistas y engañosas sobre los migrantes tienen el potencial de restringir las oportunidades y los servicios disponibles para ellas.
¿Qué es un estereotipo?
Un estereotipo se refiere a una imagen o idea común pero demasiado simple sobre una persona o categoría social, como la raza, el origen étnico, el género o la religión, entre otros. A menudo son utilizados por un grupo para posicionarse como más superiores que otro. Un estereotipo de género es una visión general o preconcepción sobre los atributos o características, o los roles que son o deberían ser poseídos o desempeñados por mujeres y hombres. Un estereotipo de género es perjudicial cuando limita la capacidad de las mujeres y los hombres para desarrollar sus habilidades personales, seguir sus carreras profesionales y tomar decisiones sobre sus vidas. Muchas personas migrantes sufren los efectos negativos de los estereotipos, particularmente cuando intersecan varios tipos de discriminación, por ejemplo, como resultado tanto de su género como de su estatus migratorio.
Inmigrantes pues afirman que somos analfabetos, ociosos vagos, desocupados, delincuentes y tuberculosos. Aunque nuestras actividades no son vistas bajo el estereotipo de la mafia... maleante, etcétera.
¿Qué es la xenofobia y cómo se relaciona con los estereotipos?
Actitudes, prejuicios y comportamientos que rechazan, excluyen y a menudo vilipendian a las personas, en base a la percepción de que son personas ajenas o extranjeras a la comunidad, sociedad o identidad nacional. La xenofobia se perpetúa con frecuencia a través de estereotipos que reducen a los individuos complejos a imágenes generalizadas y despectivas. Estas ideas pueden usarse para justificar la discriminación, la violencia, el tráfico y otras formas de maltrato.
La pulsión de defensa de una sociedad conduce a la búsqueda de un chivo expiatorio. Es hora de romper la perversa dinámica contra quienes vienen de fuera, y de frenar la explotación de los temores que suscitan.
En resumen, podemos decir:
Sobre las diferencias del grado de instrucción de los Inmigrantes, suelen ser más importantes cuando las hijas e hijos de los migrantes ingresan en la educación secundaria siendo bilingüe y trilingüe. El bilingüismo (la capacidad de una persona para utilizar dos lenguas de manera indistinta) puede ser nativo o adquirido. Si un niño o niña es hijo de españoles pero nace y se cría en Alemania, es probable que sea bilingüe nativo ya que, en su hogar, se hablará en español, mientras que en la escuela y en la vida en general apelará el alemán e Ingles, especialmente cuando llegan a la universidad los hijos e hijas de migrantes se hace patente, a lo largo del estudio elaborado por Caritas Internacional, que las protagonistas de las nuevas migraciones, tienen un grado de instrucción medio, superior. Alto al resto de autóctonos. Entre los migrantes que residen en Alemania, la mitad dispone de un currículo formativo medio Alto resultando ligeramente superior el de las mujeres al de los varones, el analfabetismo de la primera generación de emigrantes es bajo. Al realizar la correspondiente desagregación multivalente por sexo y país de origen, se destacan situaciones tendencialmente paritarias en hombres y mujeres procedentes de países desarrollados, bien del centro -Francia, España -o de la periferia- Argentina- y otras más
asimétricas que colocan a las mujeres en posiciones de inferioridad educativa entre los oriundos de Marruecos y Portugal y, en menor medida, de Rumanía.
A diferencia de lo que puede pensarse, ser trilingüe es un privilegio de pocos. Es más, según datos oficiales, en el mundo hay más personas bilingües que monolingües. Entre las causas del bilingüismo, está formar o haber formado parte de procesos migratorios, ya sea de manera voluntaria o involuntaria. Esta última categoría alcanza en buena medida a los hijos de los inmigrantes.
Cuando lo que motiva la inmigración es la búsqueda deliberada de un futuro más promisorio o incluso la supervivencia, el lugar de origen puede representar un peso con el que los hijos de los inmigrantes, sean nacidos en el lugar de destino o arribados de pequeños junto a sus padres, han de cargar si su condición de ‘oriundos de’ pudiera atentar contra su efectiva integración en el nuevo lugar.