Narraba la historia de un ex boxeador americano, que volvía a su Irlanda natal después de una azarosa vida. Ese hombre tranquilo, representado por Wayne, también tenía sus momentos de enfado que resolvía con unos puños de hierro. Combinaba pues la tranquilidad con la respuesta contundente cuando era atacado y se pasaban de la raya con él.
Sería bueno visionarla de nuevo a la hora de enfrentarnos a lo que está ocurriendo en la Comunidad de Madrid y lo que puede ocurrir en las próximas semanas hasta la fecha clave del 4 de Mayo.
La batalla de Madrid (rememorando otra cinta memorable, “La batalla de Argel” de Gillo Pontecorvo), va a resultar decisiva a la hora de definir nuestro próximo futuro como país.
A veces ocurren circunstancias curiosas a la hora de escribir una reflexión y así mientras recordaba esas dos cintas venían a mi mente dos personas relacionadas con esa contienda.
Un hombre tranquilo al mejor estilo del personaje de Wayne, entrañable, bondadoso, culto, como Ángel Gabilondo y lo terrible de la segunda que podría representar perfectamente Isabel Díaz Ayuso.
Gabilondo es la pura esencia de una generación de políticos en vías de extinción, que deberíamos reivindicar y proteger. Una especie de vuelta del espíritu del “viejo profesor” Enrique Tierno Galván, esta vez en la Presidencia de la Comunidad en lugar del Ayuntamiento.
Se les echa en falta en una política actual plagada de crispación y tensión, donde los problemas de la ciudadanía quedan aparcados primando sólo el griterío y los malos modos.
Ángel Gabilondo resulta una especie de bicho raro en medio de una batalla en la que todo vale. Desde la descalificación y el insulto, a la mentira, cuanto más grande mejor porque más impacto produce.
A veces verle trae a la memoria la película de Fernando Colomo, o la canción de Burning y preguntarle con cariño; ¿qué hace un chico como tú en un sitio como este?
Gabilondo y Ayuso representan el yin y el yang, el ángel (incluso curiosamente ese es su nombre) y el demonio, la verdad contra la mentira, la sensatez, la fina ironía inteligente (hay que ser inteligente para practicarla) frente al exabrupto y la prudencia serena ante la irresponsabilidad lindando con lo criminal, especialmente ante todo lo que está sucediendo en la pandemia en Madrid.
La ciudadanía no debería tener ninguna duda a la hora de elegir entre uno u otra, no hay color, pero en unas circunstancias como las actuales, en una sociedad líquida donde no se diferencia el bien del mal, todo lo que debiera ser normal acaba no siéndolo.
Así nos encontramos a unos 50 días de la cita electoral con todos los escenarios abiertos, todo puede ser posible.
¿De qué va a depender que Madrid tenga la suerte de tener un Presidente estilo Tierno Galván, o siga con una Presidenta de la más pura tradición de Esperanza Aguirre? El yin o el yang.
Quizás de algo improbable como que la sociedad madrileña, en especial las gentes progresistas sean de izquierdas o no, despierten y decidan esta vez ir a votar por la buena gente tranquila.
O quizás que el cinturón rojo, desde Parla, Getafe, pasando por Alcobendas y San Sebastián de los Reyes y terminando por Torrejón de Ardoz y Alcalá de Henares, entienda el peligro que se nos viene encima y se movilicen a los niveles de antes.
También de otras circunstancias menos ideológicas, como que el arriesgado movimiento de Pablo Iglesias consiga para Podemos un aumento de parlamentarios considerable, que Más Madrid y PSOE mantengan o superen los que consiguieron hace ahora apenas dos años, o incluso que Cs sea capaz de superar el 5 % y poder entrar en el reparto.
El resto parece que está cantado, que PP y VOX van a subir, aunque quizás esa circunstancia no les sea suficiente y que serán capaces de pactar y aliarse, abriendo así un terrible panorama a este país. La derecha más extrema junto a la extrema derecha puede dejar a partir de ese instante un panorama de sangre y fuego.
Por eso las izquierdas, todas la izquierdas, las estatales y también las periféricas aunque la batalla se dé en el centro, nos jugamos mucho, quizás todo y convendría que lo analizaran para que el comportamiento en la dura campaña electoral que nos espera, tenga las menos trabas e injerencias posibles.
Para terminar un elemento en positivo mirando a lo ocurrido en EE.UU. los últimos meses.
Allí un Biden-Gabilondo se confrontó en las primarias con un Sanders-Iglesias y posteriormente a un Trump-Ayuso y ganó. Ganó ese hombre tranquilo, moderado, educado en las formas, sensato, prudente, honesto.
Con una circunstancia a tener en cuenta aquí. Si el gurú de la derecha MA Rodríguez, diseña la campaña al más puro estilo de su igual americano Steve Bannon y su Qanon, puede producir un efecto “boomerang” provocando la activación de los votantes de izquierdas de la periferia de Madrid.
Entonces la victoria de Ángel Gabilondo, el “hombre tranquilo” de aquí, estaría garantizada y en Madrid, en España, tendríamos un mandatario de altura, de los de antes, un estadista de largo alcance.
Madrid y España necesita como agua de 4 de Mayo alguien como él, “El hombre tranquilo” que recupere la dignidad de la cosa pública. Sería el mejor regalo que la ciudadanía de Madrid podría hacerse a sí misma y al país.
¿Nos lo merecemos?
Veremos…