La CIA ha estado al corriente desde el primer momento de la inversión del jeque de Qatar Bin Jaber Al Thani en El Corte Inglés, según fuentes de inteligencia árabes conocedoras de las estrechas relaciones militares y económicas que unen al pequeño emirato del Golfo Pérsico con Estados Unidos.
Si bien la administración interna del emirato es autónoma en lo que se refiere a asuntos domésticos, en cambio todos los asuntos vitales del país como sus inversiones estratégicas son supervisados directamente por las agencias de inteligencia estadounidenses que se distribuyen las tarea, según las citadas fuentes.
El papel de Qatar en el mercado mundial del gas, sus inversiones en las principales Bolsas occidentales, la compra de porcentajes elevados de acciones en empresas emblemáticas (almacenes Harrods de Londres o ahora El Corte Inglés), o en bancos como el Deutsche Bank, del que es primer accionista, tienen que recibir la autorización previa del equipo de asesores norteamericanos que trabajan en el entorno de la familia real qatarí.
En Doha tienen sedes las cuatro principales agencias de inteligencia: CIA, DIA, NSA y FBI
Nada importante se mueve en Qatar sin el consentimiento de Estados Unidos. En Doha, capital del emirato, tienen sedes las cuatro principales agencias de inteligencia: CIA, DIA, NSA y FBI. Todo lo que ocurre en un perímetro de 5.000 kilómetros alrededor es observado y seguido por el espionaje norteamericano.
La base de Al Udaid, la mayor de todos los estados árabes con cerca de 10.000 militares, es una pieza irremplazable para la estrategia de Estados Unidos en la región de Oriente Medio y Asia Central. Desde allí se lanzaron las operaciones de bombardeo en Afganistán y en Iraq.
La estabilidad de Qatar es imprescindible para la estrategia mundial de Washington, y cualquier operación de envergadura corre el riesgo de sumir el emirato en una situación crítica. De ahí que el jeque Tamim bin Hamad Al Thani que destronó a su padre Hamad bin Jalifa Al Thani después que éste visitara oficialmente la franja palestina de Gaza y fuese recibido con honores por el movimiento Hamas, haya aceptado íntegramente las reglas del juego dictadas desde Washington.
Desde esa óptica hay que analizar la inversión inicial de mil 1.000 de euros de Qatar en El Corte Inglés, la empresa más emblemática del comercio español de grandes superficies, o la compra del paquete mayoritario de acciones del Grupo Prisa.
Aunque se afirme, a modo de pantalla de humo, que la inversión del jeque Bin Jaber Al Thani en El Corte Inglés es a título personal a través de su empresa HBJ, la realidad es que no se pueden separar las inversiones personales de miembros de la casa real con el fondo soberano de su país Qatar Investment Authority (QIA), del que fue su director hasta 2013, y su puesto de primer ministro al que tuvo que renunciar cuando fue destronado el citado Hamad bin Jalifa Al Thani.
QIA, tercer fondo soberano del mundo con más de 300.000 millones de dólares en activos, fue fundado en 2005 para gestionar los enormes superávits del país por la venta de gas natural (tercer productor mundial) y petróleo. Ninguna inversión se lleva a cabo sin contar antes con el visto bueno de la CIA y, subsidiariamente, de la agencia de inteligencia del Pentágono, la DIA.
Según las citadas fuentes árabes, la información de la CIA allana el camino a las inversiones de Qatar en sectores que no perjudiquen los intereses estratégicos de Estados Unidos. El enorme volumen de información confidencial que maneja y los contactos en las altas esferas de la mayoría de los países, permiten a la agencia norteamericana “influir” en las decisiones empresariales de Qatar.
A cambio, Washington mira para otro lado en los asuntos religiosos del emirato
Una inversión que no sea bien vista por la CIA porque sus analistas estimen que beneficia, por ejemplo a intereses rusos o chinos, es “desaconsejada” por la agencia a sus interlocutores qataríes.
La clave de la estrecha relación entre la inteligencia norteamericana y el QIA es el pacto que ambas partes mantienen: la familia real qatarí permite que Estados Unidos haya convertido al pequeño país en la mayor plataforma militar y de inteligencia para proyectarse en el Golfo Pérsico y Asia Central y, a cambio, Washington mira para otro lado en los asuntos religiosos del emirato.
Solo desde esa perspectiva de intereses económicos y militares cruzados se entiende que los dos países suníes por excelencia, Arabia Saudí y Qatar, financien a los yihadistas suníes del Estado Islámico y a grupos rebeldes durante la Primavera Árabe con el fin de derrotar a los chiíes, la otra rama del islam. Después de Arabia Saudí, Qatar es la sociedad más conservadora del Golfo con la Sharia como fuente principal de su legislación.