La rápida expansión militar en el espacio por parte de China representa la amenaza más inmediata para la seguridad de Estados Unidos, según advierte el general Chance Saltzman, jefe de la Fuerza Espacial de EE. UU. En su testimonio ante el Congreso, Saltzman reveló que Pekín opera 347 satélites militares, lo que equivale a casi la mitad de su flota orbital de 700 satélites, con el objetivo de vigilar las fuerzas estadounidenses a nivel global. Esta situación subraya la necesidad urgente de que Estados Unidos refuerce sus defensas en este dominio tan disputado.
Una amenaza «asombrosa»
Durante su intervención ante la Comisión Económica y de Seguridad entre EE. UU. y China, Saltzman describió los avances chinos como una «fuerza desestabilizadora poderosa» que podría paralizar los sistemas de comunicación, navegación e inteligencia de EE. UU. en caso de un conflicto. «El espacio se ha convertido en un dominio bélico», enfatizó. El arsenal de Pekín incluye misiles basados en tierra capaces de destruir satélites, láseres potentes que pueden cegar o dañar sensores, jammers de radiofrecuencia para interrumpir las comunicaciones militares y satélites robóticos con brazos mecánicos diseñados para deshabilitar activos enemigos.
«Para mediados o finales de la década de 2020, esperamos que desplieguen sistemas con suficiente potencia como para dañar físicamente las estructuras satelitales», advirtió Saltzman en su testimonio escrito. Su evaluación se produce tras un aumento abrupto del 7% en el gasto militar chino este año, gran parte del cual está destinado a la guerra espacial.
Estrategia del campo de batalla orbital del PLA
El Ejército Popular de Liberación (PLA) de China considera el control del espacio como fundamental para dominar un posible conflicto en el Indo-Pacífico, especialmente respecto a Taiwán. «Las informaciones sugieren que el PLA ve las operaciones contrasatélite como una forma de disuadir e impedir la intervención militar estadounidense en un conflicto regional», señaló Saltzman. Preocupantemente, China ya ha demostrado su agresividad: en 2022 utilizó un satélite armado con robots para remolcar una nave espacial inactiva, lo que podría ser un ensayo para deshabilitar activos enemigos.
Igualmente alarmantes son los ejercicios orbitales de «combate» realizados por Pekín. La Fuerza Espacial ha rastreado satélites chinos realizando «maniobras inusuales, grandes y rápidas» en órbita geoestacionaria. «Están practicando tácticas y procedimientos para llevar a cabo operaciones en órbita entre un satélite y otro», afirmó el general Michael Guetlein, adjunto a Saltzman. Estas maniobras sugieren que China está ensayando para combates espaciales, un escenario que antes se consideraba propio de la ciencia ficción.
La peligrosa complacencia estadounidense
A pesar de los avances chinos, la inversión estadounidense en defensa espacial se encuentra rezagada. Saltzman lamentó la actitud del Congreso caracterizada por el «fuera de vista, fuera de mente», señalando que la Fuerza Espacial enfrenta más misiones no financiadas que financiadas. Mientras China despliega satélites cuánticos y vehículos lanzadores reutilizables, Estados Unidos carece de sistemas equivalentes.
Además, los escombros generados por la prueba antisatélite realizada por China en 2007 —condenada a nivel mundial— siguen obstaculizando la órbita y poniendo en peligro las naves espaciales. Otro ataque podría hacer inutilizables rutas orbitales clave.
Dominio mediante disuasión
Para contrarrestar la agresión china en el espacio, los expertos instan a tomar medidas inmediatas. Primero, es necesario aumentar el financiamiento para la Fuerza Espacial y priorizar el desarrollo de satélites de nueva generación y arquitecturas resilientes. Además, se debe acelerar la innovación mediante asociaciones con el sector privado para igualar la rápida prototipación china. Por último, es crucial aclarar las políticas de disuasión estableciendo líneas rojas contra ataques a satélites estadounidenses y respaldándolas con protocolos creíbles de represalia.
«El campo de batalla moderno debe tener en cuenta el dominio espacial», declaró Saltzman. No actuar, advirtió, pone en riesgo ceder la supremacía orbital a China.
Las ambiciones espaciales chinas no son meramente teóricas; son operativas, están evolucionando rápidamente y están dirigidas directamente hacia Estados Unidos. Como deja claro el testimonio de Saltzman, es imperativo que EE.UU. abandone su complacencia y trate al espacio como el terreno elevado definitivo en la guerra del siglo XXI. Las alternativas —un ejército cegado, comunicaciones interrumpidas y una economía debilitada— son impensables. El Congreso y el Pentágono deben actuar ahora para asegurar que la libertad operativa estadounidense en el espacio permanezca sin cuestionamientos. Los riesgos son nada menos que nuestra supervivencia nacional.