En un movimiento audaz que ha reavivado el debate sobre el papel del gobierno en la regulación financiera, el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, ha redirigido el enfoque del Consejo de Supervisión de Estabilidad Financiera (FSOC) hacia la promoción del crecimiento económico, alejándose de lo que él califica como supervisión «políticamente motivada». Este cambio se presenta como una corrección necesaria a años de excesos burocráticos, según los conservadores, aunque los críticos advierten que la agenda de desregulación podría poner en riesgo la estabilidad financiera y facilitar el despilfarro gubernamental.
Una nueva visión para la supervisión financiera
Durante una reciente reunión del FSOC celebrada a puerta cerrada, Bessent delineó su visión para un marco regulatorio simplificado que prioriza los riesgos financieros materiales por encima de lo que considera un enfoque excesivo en preocupaciones sociales y ambientales. “Es fundamental liberar al sistema bancario regulado y enfocar la supervisión financiera en riesgos materiales en lugar de agendas políticas”, afirmó Bessent, reiterando temas abordados en discursos anteriores.
Este giro representa un claro contraste con la administración anterior, que había puesto énfasis en los riesgos reputacionales y factores ambientales, sociales y de gobernanza (ESG). Los detractores de este enfoque sostienen que limitó la innovación y cargó a las empresas con costos innecesarios de cumplimiento. La agenda de Bessent busca empoderar al sector privado mediante la reducción de obstáculos regulatorios y el fomento del crédito bancario hacia pequeños bancos regionales.
La batalla por ESG y DEI
La iniciativa de la administración Trump para redefinir la supervisión financiera ha suscitado críticas contundentes por parte de demócratas y grupos progresistas, quienes argumentan que esta estrategia socava los esfuerzos para abordar el cambio climático, la justicia social y la responsabilidad corporativa. Durante años, los demócratas han intentado utilizar la regulación financiera para avanzar en objetivos relacionados con ESG y diversidad, equidad e inclusión (DEI), frecuentemente a través de canales no legislativos.
No obstante, el enfoque de Bessent señala un rechazo claro a estas prioridades. “Los esfuerzos de la administración por fortalecer la resiliencia del mercado del Tesoro y mejorar la coordinación sobre riesgos cibernéticos reflejan su enfoque en salvaguardar la infraestructura financiera central sin obstaculizar la actividad económica”, observó un analista.
Racionalización gubernamental: ¿una espada de doble filo?
La agenda desreguladora del gobierno va más allá de la supervisión financiera. La Administración de Pequeñas Empresas (SBA) anunció recientemente planes para reducir su plantilla en un 43%, lo que implica aproximadamente 2,700 puestos menos. La Administradora de la SBA, Kelly Loeffler, presentó esta medida como un paso necesario para reenfocar a la agencia en sus “misiones centrales” relacionadas con pequeñas empresas, garantías de préstamos y asistencia ante desastres.
“Al igual que los propietarios de pequeñas empresas a quienes apoyamos, debemos hacer más con menos”, declaró Loeffler en un comunicado. “La SBA fue creada para ser una plataforma para las pequeñas empresas estadounidenses ofreciendo acceso al capital, lo cual impulsa la creación de empleo e innovación. Sin embargo, en los últimos cuatro años, la agencia se ha desviado—duplicándose en tamaño y convirtiéndose en un leviatán plagado por problemas financieros y desperdicio”.
Un período de detoxificación para la economía
La visión de Bessent sobre una economía impulsada por el sector privado también ha planteado interrogantes sobre los posibles costos a corto plazo durante esta transición alejada de la dependencia gubernamental. En una entrevista reciente con CNBC, Bessent reconoció que es probable que la economía se desacelere durante este "período detox", mientras se pasa del gasto público al privado.
A pesar de estas preocupaciones, Bessent expresó confianza en que las políticas desreguladoras finalmente desatarán el crecimiento del sector privado. “Vamos a tener una regulación segura y sólida para reactivar nuestro sistema bancario”, afirmó. “Las instituciones financieras deben generar préstamos a empresas privadas. El empleo debe provenir del sector privado, no del gobierno; estoy seguro de que si implementamos las políticas correctas será una transición muy fluida”.
¿Una era dorada o una apuesta arriesgada?
A medida que la administración Trump continúa reformando la regulación financiera y racionalizando las agencias gubernamentales, queda por ver si este nuevo enfoque dará paso a una era dorada del crecimiento económico o si dejará al sistema financiero vulnerable ante inestabilidad y desperdicio. De cualquier manera, el camino anterior era insostenible; por lo tanto, el cambio era inevitable.
Para los conservadores, la agenda de Bessent representa una corrección necesaria frente a años de exceso burocrático y supervisión políticamente motivada. Para los críticos, sin embargo, es una apuesta arriesgada que prioriza ganancias a corto plazo sobre estabilidad a largo plazo.
Una cosa es cierta: La lucha sobre el papel del gobierno en la regulación financiera está lejos de concluir. A medida que Bessent y sus aliados avanzan con su agenda desreguladora, enfrentarán una oposición feroz por parte de aquellos que consideran esencial el control gubernamental para proteger la economía y promover justicia social.
En última instancia, el éxito o fracaso de este nuevo enfoque dependerá de su capacidad para cumplir con su promesa de crecimiento sin sacrificar estabilidad—un desafío que definirá el futuro del bienestar económico estadounidense durante años venideros.