(PRIMERA PARTE DE DOS)
El panorama político actual refleja un intento por parte de ciertos sectores de la izquierda de hacer olvidar los eventos ocurridos en 2020. Sin embargo, el ciclo de reportajes titulado “Cinco Años Después” demuestra que muchos periodistas no desean que se olvide la crisis provocada por la pandemia de COVID-19, ni el miedo que esta generó en la población.
La realidad es que este temor ha sido parcialmente eclipsado por una nueva percepción. En julio de 2021, mientras las cifras de muertes por COVID-19 en Estados Unidos superaban las 600,000, se planteó una afirmación contundente: “600,000 muertes nunca habían parecido tan cercanas a cero”.
Reflexiones sobre el impacto del COVID-19
Este análisis no solo se basa en la tasa de letalidad inicial del virus, que se estimaba en un 0.3%, sino también en la manera en que afectó principalmente a las personas mayores y con condiciones preexistentes. Un médico con el que conversé durante esa época reveló que, a pesar de su experiencia y edad avanzada, solo había perdido a un paciente debido al virus.
Aunque cada pérdida humana es una tragedia, esto no implica que la sociedad deba tomar medidas extremas para evitar cada muerte. La existencia misma implica enfrentar la muerte y el sufrimiento; intentar erradicar estas realidades puede llevar a resultados desastrosos. La política debe enfocarse más en equilibrar los intereses de diferentes grupos sociales.
El papel de los líderes durante la crisis
En marzo de 2020, cuando comenzaba la alarma social, algunos científicos ya comprendían cómo variaban los riesgos del COVID-19 según la edad. Los datos provenientes del crucero Diamond Princess mostraron claramente que el virus era mucho más peligroso para las personas mayores.
A medida que avanzaba marzo, se hizo evidente para quienes prestaban atención a los hechos. En mi libro PANDEMIA, argumenté que Nueva York representaba lo opuesto a lo que los medios afirmaban: a pesar de sus desafíos demográficos y sanitarios, el sistema hospitalario no colapsó como se había anticipado.
Un cambio en la narrativa mediática
A finales de abril de 2020, la crisis médica parecía haber llegado a su fin; sin embargo, para los medios y las autoridades sanitarias, el pánico apenas comenzaba. Este temor fue utilizado como herramienta política para criticar al entonces presidente Donald Trump y justificar las limitaciones impuestas al candidato Joe Biden.
Además, sirvió como plataforma para promover una reestructuración social significativa en Estados Unidos hacia modelos europeos más intervencionistas. A pesar del fracaso en lograr estos objetivos ambiciosos, el daño causado por estas acciones fue considerable.
Consecuencias y lecciones aprendidas
A nivel global, ciudadanos comenzaron a reconocer los peligros asociados con un estado paternalista excesivo y un autoritarismo sanitario. Mientras algunos lugares como Florida reaccionaron rápidamente ante estas amenazas, otros tardaron más tiempo en comprenderlas.
Casi todos experimentamos el COVID-19 y muchos logramos recuperarnos. Con ello vino una revelación: lo único realmente temible era el propio establecimiento de salud pública. Estoy convencido de que un resentimiento latente hacia los confinamientos y las mentiras propagadas durante 2020 sigue influyendo en nuestra política actual.
Para aquellos escépticos sobre esta afirmación, basta observar la situación política actual; lo que inicialmente parecía ser un golpe mortal para Donald Trump terminó favoreciendo su imagen política.
(PRIMERA PARTE DE DOS)