Algo se debe hacer, señaló en un impactante y comentado artículo en el diario La República donde es colaborador.
De ahí surgió la iniciativa “Una plaza para Europa” que se ha desarrollado este sábado 15 de marzo en la Piazza del Popolo de Roma.
Ha sido una iniciativa para promover un diálogo constructivo sobre los valores fundacionales de Europa, en especial la libertad y los derechos humanos, que en estos instantes están en grave peligro.
Quizás porque esa defensa también traiga como consecuencia la de nuestra democracia.
Una gran concentración sin símbolos partidistas, solo con banderas de Europa, a favor de la paz o de Ucrania.
Debemos tener en cuenta que la llegada de Trump a la presidencia de EE.UU. no es sino la culminación de un proceso que llevaba tiempo en marcha de acceso al poder de las fuerzas reaccionarias y de extrema derecha.
Las fuerzas capitalistas esta vez no se han conformado con poner en ese poder a títeres que defendieran sus intereses, sino que han sido ellas mismas las que lo han tomado.
Así vemos en la Casa Blanca alrededor de Trump a la élite del capitalismo de EE.UU.
Ya no es solo que dicten normas para debilitar y manipular a su favor a una débil democracia, es que directamente les estorba, así como los derechos humanos, la justicia social y la libertad.
Lo que está haciendo Trump y sus secuaces en las semanas que llevan en el poder va en esa dirección.
Por eso la voz que alza Serra nos debería hacer reflexionar sobre lo que está ocurriendo y reaccionar como ese día miles de personas han hecho en esa plaza emblemática de Roma.
Porque lo que plantea no es solo la defensa de Europa, demanda la defensa de nuestra democracia.
Y a esa llamada estoy convencido de que no solo han acudido personas de izquierdas, o progresistas, también lo habrán hecho gentes de derechas para los que la democracia es irrenunciable.
Este hecho ha sido posible porque el llamado no venía de partidos políticos, o de sindicatos, ha llegado de una persona con autoridad moral y prestigio capaz de unir a todos los demócratas, tengan la ideología que tengan, el carnet de partido, o voten lo que voten.
Porque lo que está en peligro ahora es la democracia de todos, la libertad de todos.
Quizás a partir de ese acto deberíamos diferenciarnos no entre gentes de derechas y de izquierdas, sino entre defensores de Europa, de nuestra democracia empapada en igualdad, justicia social, libertad y los que no.
Por eso la necesidad de trasladar esa iniciativa a todos los países de nuestra vieja Europa, a sus ciudades. Hoy allí se veían numerosos alcaldes, incluido el de Barcelona.
¿Qué figura social con la suficiente autoridad moral podría liderarla en nuestro país? Alguien en el que confíen los demócratas sean de izquierda, centro, o derecha, se sientan españoles, vascos, gallegos, o catalanes.
Difícil respuesta. ¿Iñaki Gabilondo? ¿Javier Cercas? ¿Luis García Montero? Quizás Almudena Grandes si no se nos hubiera ido.
Desde esta humilde reflexión llamo a que se manifieste y se ponga manos a la obra con la máxima urgencia, porque mañana probablemente será ya tarde.
Veremos.
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