Una de las cosas de las que quería hablar hoy es, por supuesto, de nuestros valores compartidos. Y, como saben, es estupendo volver a Alemania. Como ya han oído, estuve aquí el año pasado como senador de los Estados Unidos. He visto al Ministro de Asuntos Exteriores David Lammy y bromeé diciendo que el año pasado ambos teníamos trabajos diferentes a los que tenemos ahora, pero ahora es el momento de que todos nuestros países, todos los que hemos tenido la suerte de que nuestros respectivos pueblos nos hayan otorgado poder político, lo utilicemos sabiamente para mejorar nuestras vidas.
Quiero decir que tuve la suerte de pasar un tiempo fuera de los muros de esta conferencia durante las últimas 24 horas y me impresionó mucho la hospitalidad de la gente, incluso ahora que, por supuesto, se están recuperando del horrendo ataque de ayer. La primera vez que estuve en Múnich fue con mi esposa, que está aquí conmigo hoy, en un viaje personal. Siempre me ha encantado la ciudad de Múnich y siempre me ha encantado su gente.
Sólo quiero decir que estamos muy conmovidos y que nuestros pensamientos y oraciones están con Múnich y con todos los afectados por el mal que se ha infligido a esta hermosa comunidad. Estamos pensando en ustedes, estamos rezando por ustedes y, sin duda, estaremos apoyándolos en los próximos días y semanas. [Aplauso]
Espero que este no sea el último aplauso que recibo.
Nos reunimos en esta conferencia, por supuesto, para hablar de seguridad. Y normalmente nos referimos a amenazas a nuestra seguridad externa. Veo a muchos, muchos grandes líderes militares reunidos aquí hoy. Pero si bien la administración Trump está muy preocupada por la seguridad europea y cree que podemos llegar a un acuerdo razonable entre Rusia y Ucrania, y también creemos que es importante que en los próximos años Europa dé un paso adelante en gran medida para garantizar su propia defensa, la amenaza que más me preocupa con respecto a Europa no es Rusia, ni China, ni ningún otro actor externo. Lo que me preocupa es la amenaza que viene de dentro. El retroceso de Europa respecto de algunos de sus valores más fundamentales: valores compartidos con los Estados Unidos de América.
Me llamó la atención que hace poco un ex comisario europeo [Thierry Breton] apareciera en televisión y se mostrara encantado de que el gobierno rumano acabase de anular unas elecciones. Advirtió que, si las cosas no salen como estaba previsto, podría ocurrir lo mismo en Alemania.
Ahora bien, estas declaraciones arrogantes resultan chocantes para los oídos estadounidenses. Durante años nos han dicho que todo lo que financiamos y apoyamos se hace en nombre de nuestros valores democráticos compartidos. Todo, desde nuestra política en Ucrania hasta la censura digital, se presenta como una defensa de la democracia. Pero cuando vemos que los tribunales europeos cancelan elecciones y que altos funcionarios amenazan con cancelar otras, deberíamos preguntarnos si nos estamos exigiendo un nivel de exigencia lo suficientemente alto. Y digo que nos estamos exigiendo a nosotros mismos, porque creo fundamentalmente que estamos en el mismo equipo.
Debemos hacer más que hablar de valores democráticos. Debemos vivirlos. Muchos de ustedes en esta sala recuerdan que la Guerra Fría posicionó a los defensores de la democracia contra fuerzas mucho más tiránicas en este continente. Y consideren al bando que en esa lucha censuró a los disidentes, cerró iglesias y canceló elecciones. ¿Eran ellos los buenos? Ciertamente no.
Y gracias a Dios perdieron la guerra fría. Perdieron porque no valoraron ni respetaron todas las bendiciones extraordinarias de la libertad, la libertad de sorprender, de cometer errores, de inventar, de construir. Resulta que no se puede imponer la innovación o la creatividad, así como no se puede obligar a la gente a pensar, sentir o creer. Y creemos que esas cosas están ciertamente relacionadas. Y, por desgracia, cuando miro a Europa hoy, a veces no está tan claro qué les pasó a algunos de los ganadores de la Guerra Fría.
Miro a Bruselas, donde los comisarios de la Comisión Europea advirtieron a los ciudadanos que tienen la intención de cerrar las redes sociales en tiempos de disturbios civiles: en el momento en que detectan lo que han juzgado como «contenido de odio», o a este mismo país donde la policía ha llevado a cabo redadas contra ciudadanos sospechosos de publicar comentarios antifeministas en línea como parte de la «lucha contra la misoginia» en Internet.
Miro hacia Suecia, donde hace dos semanas el gobierno condenó a un activista cristiano por participar en la quema de ejemplares del Corán que resultó en el asesinato de su amigo. Y como señaló escalofriantemente el juez en su caso, las leyes suecas que supuestamente protegen la libertad de expresión en realidad no otorgan —y estoy citando— «un salvoconducto» para hacer o decir cualquier cosa sin correr el riesgo de ofender al grupo que sostiene esa creencia.
Y quizás lo más preocupante es lo que ocurre con nuestros queridos amigos, el Reino Unido, donde el retroceso en el respeto de los derechos de conciencia ha puesto en la mira, en particular, las libertades básicas de los británicos religiosos. Hace poco más de dos años, el gobierno británico acusó a Adam Smith Conner, un fisioterapeuta de 51 años y veterano del ejército, del atroz delito de permanecer a 50 metros de una clínica de abortos y rezar en silencio durante tres minutos, sin obstruir a nadie, sin interactuar con nadie, simplemente rezando en silencio por su cuenta. Cuando las fuerzas de seguridad británicas lo vieron y le exigieron saber por qué estaba rezando, Adam respondió simplemente que era por el hijo no nacido.
Él y su exnovia habían abortado años antes. Ahora los agentes no se inmutaron. Adam fue declarado culpable de violar la nueva Ley de Zonas de Contención del gobierno, que penaliza la oración silenciosa y otras acciones que podrían influir en la decisión de una persona a menos de 200 metros de un centro de abortos. Fue condenado a pagar miles de libras en costas judiciales a la fiscalía.
Y me gustaría poder decir que se trata de una casualidad, un ejemplo aislado y disparatado de una ley mal redactada que se ha promulgado contra una sola persona, pero no. El pasado mes de octubre, hace apenas unos meses, el gobierno escocés empezó a distribuir cartas a los ciudadanos cuyas casas se encontraban dentro de las llamadas zonas de acceso seguro, advirtiéndoles de que incluso la oración privada en sus propios hogares puede suponer una infracción de la ley. Naturalmente, el gobierno instó a los destinatarios de las cartas a denunciar a cualquier conciudadano sospechoso de ser culpable de un delito de pensamiento en Gran Bretaña y en toda Europa.
Me temo que la libertad de expresión está en retirada, y en beneficio de la comedia, amigos míos, pero también en beneficio de la verdad, admito que, a veces, las voces más fuertes a favor de la censura no han venido de Europa, sino de mi propio país, donde el gobierno anterior amenazó e intimidó a las empresas de redes sociales para que censuraran la llamada desinformación. Desinformación como, por ejemplo, la idea de que el coronavirus probablemente se había filtrado desde un laboratorio en China. Nuestro propio gobierno alentó a las empresas privadas a silenciar a las personas que se atrevieron a decir lo que resultó ser una verdad obvia.
Por eso, hoy vengo aquí no sólo con una observación, sino con una propuesta. Y así como la administración Biden parecía desesperada por silenciar a la gente por expresar sus opiniones, la administración Trump hará exactamente lo contrario, y espero que podamos trabajar juntos en eso.
En Washington hay un nuevo sheriff en la ciudad. Y bajo el liderazgo de Donald Trump, podemos estar en desacuerdo con sus puntos de vista, pero lucharemos para defender su derecho a presentar propuestas en la plaza pública, se esté de acuerdo o en desacuerdo. [Tímido aplauso]. Ahora bien, por supuesto, hemos llegado a un punto en el que la situación se ha vuelto tan mala que, en diciembre, Rumania directamente canceló los resultados de una elección presidencial basándose en las débiles sospechas de una agencia de inteligencia y la enorme presión de sus vecinos continentales. Ahora bien, según tengo entendido, el argumento era que la desinformación rusa había infectado las elecciones rumanas. Pero me gustaría pedir a mis amigos europeos que tengan algo de perspectiva. Pueden creer que está mal que Rusia compre anuncios en las redes sociales para influir en sus elecciones. Nosotros, así lo creemos, sin duda. Pueden condenarlo incluso en el escenario mundial. Pero si su democracia puede destruirse con unos pocos cientos de miles de dólares de publicidad digital de un país extranjero, entonces no era muy fuerte en origen. [Tímido aplauso]
Ahora bien, la buena noticia es que creo que sus democracias son sustancialmente menos frágiles de lo que mucha gente aparentemente teme, y realmente creo que permitir que nuestros ciudadanos digan lo que piensan los hará aún más fuertes. Lo que, por supuesto, nos lleva de nuevo a Múnich, donde los organizadores de esta misma conferencia han prohibido a los legisladores que representan a partidos populistas tanto de izquierda como de derecha participar en estas conversaciones. Ahora bien, una vez más, no tenemos por qué estar de acuerdo con todo o con nada de lo que dice la gente, pero cuando la gente, o los líderes políticos representan a un electorado importante, es nuestra responsabilidad al menos participar en el diálogo con ellos.
Y para muchos de nosotros al otro lado del Atlántico, esto se parece cada vez más a viejos intereses arraigados que se esconden detrás de horribles palabras de la era soviética como manipulación [misinformation] y desinformación, a quienes simplemente no les gusta la idea de que alguien con un punto de vista alternativo pueda expresar una opinión diferente o, Dios no lo quiera, votar de manera diferente, o peor aún, ganar una elección.
Ahora bien, esta es una conferencia sobre seguridad, y estoy seguro de que todos ustedes vinieron aquí preparados para hablar sobre cómo exactamente piensan aumentar el gasto en defensa durante los próximos años en consonancia con algún nuevo objetivo. Y eso es genial, porque, como ha dejado muy claro el presidente Trump, él cree que nuestros amigos europeos deben desempeñar un papel más importante en el futuro de este continente. No creemos que ustedes oigan el término «distribución de la carga», pero creemos que es una parte importante de estar en una alianza compartida que los europeos den un paso adelante mientras Estados Unidos se centra en las zonas del mundo que están en gran peligro.
Pero permítanme preguntarles también: ¿cómo van a empezar a pensar en cuestiones presupuestarias si no sabemos qué es lo que estamos defendiendo en primer lugar? He oído mucho en mis conversaciones y he tenido muchas, muchas conversaciones excelentes con muchas personas reunidas aquí en esta sala. He oído mucho sobre aquello de lo que tienen que defenderse y, por supuesto, eso es importante. Pero lo que a mí me ha parecido un poco menos claro, y creo que también a muchos de los ciudadanos de Europa, es exactamente qué están defendiendo. ¿Cuál es la visión positiva que anima este pacto de seguridad compartida que todos consideramos tan importante?
Creo profundamente que no hay seguridad si se tiene miedo de las voces, las opiniones y la conciencia que guían a sus propios pueblos. Europa se enfrenta a muchos desafíos, pero la crisis que este continente enfrenta ahora mismo, la crisis que creo que enfrentamos todos juntos, es una crisis que nosotros mismos hemos creado. Si ustedes huyen despavoridos de sus propios votantes, no hay nada que Estados Unidos pueda hacer por ustedes. Ni tampoco hay nada que ustedes puedan hacer por el pueblo estadounidense que me eligió a mí y al presidente Trump. Ustedes necesitan mandatos democráticos para lograr algo de valor en los próximos años.
¿No hemos aprendido nada sobre los inestables resultados que producen los mandatos débiles? Pero hay mucho de valor que se puede lograr con el tipo de mandato democrático que, en mi opinión, surgirá de estar más atento a las voces de sus ciudadanos. Si van a disfrutar de economías competitivas, si van a disfrutar de economías competitivas de energía asequible y de cadenas de suministro seguras, entonces necesitan mandatos para gobernar, porque tienen ustedes que tomar decisiones difíciles para disfrutar de todas estas cosas.
Y, por supuesto, lo sabemos muy bien en Estados Unidos. No se puede conseguir un mandato democrático censurando a sus oponentes o encarcelándolos, ya se trate del líder de la oposición, de un humilde cristiano que reza en su propia casa o de un periodista que intenta informar sobre las noticias. Tampoco pueden conseguir un mandato ignorando al electorado básico en cuestiones como quién puede formar parte de nuestra sociedad compartida.
Y de todos los desafíos apremiantes que enfrentan las naciones representadas aquí, creo que no hay nada más urgente que la migración masiva. Hoy, casi 1 de cada 5 personas que viven en este país se mudó aquí desde el extranjero. Eso es, por supuesto, un récord histórico. Es una cifra similar, por cierto, en Estados Unidos, también un récord histórico. El número de inmigrantes que ingresaron a la UE desde países no pertenecientes a la UE se duplicó entre 2021 y 2022 únicamente. Y, por supuesto, ha aumentado mucho desde entonces.
Y conocemos la situación. No se produjo en el vacío. Es el resultado de una serie de decisiones conscientes tomadas por políticos de todo el continente y de otras partes del mundo a lo largo de una década. Ayer vimos los horrores que provocaron estas decisiones en esta misma ciudad. Y, por supuesto, no puedo volver a mencionarlo sin pensar en las terribles víctimas que vieron arruinado un hermoso día de invierno en Múnich. Nuestros pensamientos y oraciones están con ellos y permanecerán con ellos. Pero, ¿por qué sucedió esto en primer lugar?
Es una historia terrible, pero la hemos oído demasiadas veces en Europa y, por desgracia, también demasiadas veces en Estados Unidos. Un solicitante de asilo, a menudo un joven de veintitantos años, ya conocido por la policía, embiste con su coche a una multitud y destroza una comunidad. ¿Cuántas veces tenemos que sufrir estos espantosos reveses antes de cambiar de rumbo y guiar a nuestra civilización compartida hacia una nueva dirección? Ningún votante de este continente fue a las urnas para abrir las compuertas a millones de inmigrantes no autorizados. Pero ¿saben por qué sí votaron? En Inglaterra votaron por el Brexit, y, estén de acuerdo o no, votaron por él. Y cada vez más en toda Europa votan por líderes políticos que prometen acabar con la migración descontrolada. Ahora bien, resulta que estoy de acuerdo con muchas de estas preocupaciones, pero ustedes no tienen por qué estar de acuerdo conmigo.
Creo que a la gente le importan sus hogares, sus sueños, su seguridad y su capacidad para cuidar de sí mismos y de sus hijos.
Y son inteligentes. Creo que esta es una de las cosas más importantes que he aprendido en mi breve tiempo en la política. Contrariamente a lo que se puedan oír un par de montañas más allá, en Davos, los ciudadanos de todas nuestras naciones no suelen considerarse a sí mismos animales educados ni engranajes intercambiables de una economía global. Y no es de extrañar que no quieran que sus líderes los reorganicen o los ignoren implacablemente. Y es tarea de la democracia decidir estas grandes cuestiones en las urnas.
Yo creo que ignorar a las personas, desestimar sus preocupaciones o, peor aún, cerrar medios de comunicación, cancelar elecciones o excluir a las personas del proceso político no protege nada. De hecho, es la forma más segura de destruir la democracia. Hablar y expresar opiniones no es interferencia electoral. Incluso cuando las personas expresan opiniones fuera de su propio país, e incluso cuando esas personas son muy influyentes. Y créanme, lo digo con mucho humor, si la democracia estadounidense puede sobrevivir diez años de reprimendas de Greta Thunberg, ustedes pueden sobrevivir unos meses de Elon Musk.
Pero a lo que la democracia alemana, ninguna democracia, estadounidense, alemana o europea, sobrevivirá es a decirle a millones de votantes que sus pensamientos y preocupaciones, sus aspiraciones, sus peticiones de ayuda, son inválidos o indignos siquiera de ser tenidos en cuenta.
La democracia se basa en el principio sagrado de que la voz del pueblo importa. No hay lugar para cortafuegos. O se defiende el principio o no se defiende. Los europeos, el pueblo, tienen una voz. Los líderes europeos tienen una opción. Y estoy firmemente convencido de que no tenemos por qué tener miedo del futuro.
Acepten lo que les dice su pueblo, incluso cuando les sorprenda, incluso cuando no estén de acuerdo. Y si lo hacen, podrán enfrentar el futuro con certeza y confianza, sabiendo que la nación está detrás de cada uno de ustedes. Y esa, para mí, es la gran magia de la democracia. No está en estos edificios de piedra o en estos hermosos hoteles. Ni siquiera está en las grandes instituciones que construimos juntos como una sociedad compartida.
Creer en la democracia es comprender que cada uno de nuestros ciudadanos tiene sabiduría y voz. Y si nos negamos a escuchar esa voz, incluso nuestras luchas más exitosas no lograrán nada. Como dijo una vez el Papa Juan Pablo II, en mi opinión uno de los más extraordinarios defensores de la democracia en este continente y en cualquier otro, «no tengan miedo». No deberíamos tener miedo de nuestro pueblo, ni siquiera cuando expresa opiniones que no coinciden con las de sus líderes. Gracias a todos. Buena suerte a todos ustedes. Que Dios los bendiga.