Sentado en un banco de una de las bellas plazas de Manresa, José se dedica a una tarea que podría parecer inusual para su edad: cortar con un cuchillo el plástico que recubre los cables para extraer el cobre. Con cada corte, su rostro se ilumina, y entre risas comenta:
“Esto es entretenido, también disfruto del aire libre y la naturaleza”.
En su hogar, ya tiene acumulados cinco kilos de cobre y espera alcanzar los quince para poder venderlos y así solventar algunos gastos necesarios.
Lejos de sentir vergüenza por su situación, José habla con sinceridad sobre los desafíos que enfrenta. “Un jubilado cobra entre 400, 600, 1.000 euros o más”, dice, recordando que la situación económica es dura y que, a pesar de haber trabajado toda su vida, no siempre se cuenta con los recursos suficientes para vivir con tranquilidad.
A través de su historia, José se convierte en un ejemplo de resiliencia y adaptabilidad. Su capacidad para encontrar alegría en lo que hace, a pesar de las circunstancias, es un recordatorio de que la vida puede ser enfrentada con dignidad y humor, sin importar la edad.
Según un reciente informe, casi un treinta y seis por cien de las pensiones en España está bajo el umbral de la pobreza.