Cuando observamos los demás animales que viven en manada comprobamos que de forma constante existe un liderazgo con poder absoluto sobre la vida y hacienda de los demás miembros del grupo, por ello quizá surge la primera gran pregunta ¿Puede un grupo vivir sin ese liderazgo? Las ideas planteadas en distintas épocas de la historia de la civilización es que se puede vivir en asamblea permanente. Bien es cierto que hasta este momento en todas las ocasiones que se ha intentado ha terminado en un sonoro fracaso.
A lo más ajustado que hemos llegado es a admitir que ese liderazgo político momentáneo es imprescindible, pero que este ha de constituirse, mantenerse, declarar sus límites, y disponer de mecanismos de sustitución o destitución si los incumple. De esa forma se regula en la constitución actual de los EEUU.
Frente a lo anterior, una pregunta a responder es, ¿Cómo hacemos para que los mejores puedan acceder a ese liderazgo en la toma de decisiones, y que pueda redundar en el mayor y mejor desarrollo en todos los ámbitos de ese GSO?. Tenemos mucha tarea por delante. Hemos de realizar muchos experimentos y archivar gran cantidad de datos hasta que podamos plantear una teoría adecuada.
Sabiendo como ya sabemos que al frente de todos los GSO hay unas Élites determinadas. Que en función a esos grupos serán guerreros, comerciantes, políticos, o profesores de los mejores centros formativos, la pregunta es, ¿Quién y cómo accede a esa posición de élite? ¿Cómo, de forma ordenada por leyes, se mantienen o decaen de esa posición de dominio y disfrute de privilegios?.
Pregunta importante, ¿Qué relación mantienen con quién, o quienes, ejerzan el liderazgo absoluto? ¿Cómo se distribuye, y en qué proporción, el poder entre ellos?. La respuesta a lograr es cuál es el mejor equilibrio que podamos establecer con leyes y contrapesos, entre esos distintos poderes al frente de dicho grupo.
La lucha que se ha establecido desde Grecia y Roma y que aún estamos investigando en la práctica es, ¿Cómo establecemos el equilibrio entre el liderazgo y las élites y los gobernados? A eso responde de forma torpe y mítica la Ilustración y los intentos de democracia occidental. Pero no hemos establecido ni un mínimo de reglas objetivas que devengan de estudios técnicos y científicos. Toda la teoría y aplicación práctica de la declaración Universal de los Derechos Humanos intenta, aunque con buenos resultados, pero con planteamientos ideológicos y no técnicos, hallar unos conocimientos científicos para establecer esas reglas del juego. Es cierto que limita al poder absoluto de los liderazgos, en este caso de los estados, ofreciendo unos “derechos” de todos los ciudadanos como si de reglas del juego de la convivencia se tratase. Pero también es cierto que no están fundados en datos técnicos y científicos que se demuestre en todas y cada una de las situaciones que son buenas o malas esas reglas, por esto o por lo otro. Siguen planteados en términos de “Fe”, o crees en dicha declaración y su contenido, o no crees.
Y la gran pregunta que desde el inicio de las sociedades sedentarias y la organización urbana sigue latente y en permanente estudio y cambio, aunque no planteada conscientemente, sino como un remanente constante pero sin que se estudie frontalmente es, ¿Cómo se crea y mantiene, con los mejores conocimientos técnicos, una Jerarquía de administración permanente? Que disponga de poderes absolutos y que al mismo tiempo sea equilibrada, ágil, barata, flexible y sometida a leyes de comportamiento que no la haga despótica y nepotista.
Debemos disponernos a trabajar con ahínco, si realizamos experimentos, y obtenemos buenos datos, podemos establecer cuál es la mejor forma de alcanzar todas esas reglas objetivas. En ello va nuestro futuro como humanos adultos.
Nadie es una isla, queramos o no, hemos de vivir en grupo, y organizarnos técnicamente.