Sinceramente, no tengo ni idea de lo que toma o deja de tomar el presidente de Argentina, y además creo que es algo que únicamente debería preocupar a sus votantes convencidos y a los sufridores de la oposición, es más, incluso pienso que el mero hecho de que el presidente sea argentino ya es una droga en sí mismo, porque los argentinos son gente de profundo sentimiento, algo que explicaría que la población de psicoanalistas por metro cuadrado se reproduzca como las esporas hasta los confines patagónicos. A esto añadiría que, de todas las mujeres que he engañado en mi vida asegurándoles que las llevaría al cielo del paroxismo, la única que me hizo sentir un gaucho con boleadoras fue una argentina, motivo por el que tuve que estar varios días dando explicaciones a los vecinos respecto a unos gritos que habían escuchado procedentes de mi casa, y es que la muchacha era más fuerte que una porteadora de mate de la provincia de Misiones.
Llegados a este punto, donde sí he hablado de mi vida sexual, pero no de la de Puente, más que nada porque no viene a cuento y también porque nunca me ha ido el sexo raro, creo que lo que procede es ponerse en modo Milei by Puente e imaginar que vamos por una carretera con raya continua. No se trata de visualizar que está prohibido adelantar sino, más bien, que nos esnifamos la raya continua como si fuera una sustancia que nos pondrá justo al otro lado de la línea de percepción de la realidad. A partir de este momento, cualquier cosa que pase por nuestra cabeza no necesariamente ha de ser cierta, recuerden que de lo que se trata es de completar un ejercicio de imaginación perturbada.
Una vez que esa sustancia comienza a hacer efecto en nuestro espacio neuronal nos llegan imágenes de todo tipo, algunas absolutamente descabelladas, como por ejemplo Pedro Sánchez buscando avales por toda España para su candidatura en el Partido Socialista y pidiendo a Delcy Fan (Ábalos para los no iniciados), que hable con el aizkolari del puticlub para que le consiga una sustancia reconstituyente que le permita aguantar el tirón, y por supuesto que esa sustancia fuera lo más blanca posible porque Sánchez siempre ha sido muy de preferir las cosas claras.
Como quiera que la raya de la carretera que hemos imaginado esnifar va aumentando su efecto disruptivo conforme pasan los minutos, ahora lo que nos viene a la cabeza es que Pedro Sánchez necesitaba cinco días de reflexión porque estaba esperando que le trajeran de Estados Unidos otra sustancia, en este caso más medicamentosa, para intentar atajar de manera contundente su afición a la sustancia reconstituyente que tiene por costumbre consumir con la finalidad de seguir siendo considerado un gran HDP (Hot Danger Pedro, no hay nada de fruta en esto, no me va el ayuseo).
Imaginemos también, aunque esto es más fácil porque ya lo ha escrito el colega Jesús Cacho en Vozpópuli, que la señora de Sánchez, Begoña en lenguaje coloquial, Begonya en catalán, amenaza con pedirle el divorcio por una presunta infidelidad. No deberíamos quedarnos en suponer que esa presunta amante podría ser una barragana de entre las antiguas protegidas del aizkolari, ni tampoco alguna amiga de Ábalos que pasaba por allí, sino que el señor presidente tiraría más alto, como ha demostrado en sucesivas ocasiones de descalabro protocolario en las que ha tenido la oportunidad de participar con los reyes, queriendo siempre dejar claro que el verdadero rey de la casa era él, no Felipe.
Naturalmente, en este grado de alucinación temporal, habríamos de dar por bueno que Pedro Presidente y Letizia Reina se llevarían mejor de lo que cabría esperar, tanto como para que algunos escoltas, viendo cosas de las de ver, no de las de alucinar, pudieran entender que ambos actúan de manera impropia para sus altos cargos institucionales. Y, ya puestos, podríamos llegar a la conclusión, siempre dentro de nuestro estado de ensimismamiento por esnifado de raya de carretera, y debido a la ruptura por Pedro Presidente del espacio mínimo vital peripersonal de Letizia Reina, estimado entre 20 y 40 centímetros alrededor de la cara, de que Jaime del Burgo, el amor apasionado de Letizia Princesa, y también de Letizia Reina, padecería un estado celotímico grave que le llevó a largar, ad eternum, los secretos de alcoba más íntimos, ofreciendo una imagen de furor uterino reinante que para sí quisieran las otrora, y veremos si futuras, protegidas profesionales por el aizkolari.
La euforia provocada por esnifar raya continua de carretera tiene de malo que, con la misma velocidad que nos lleva a lo más alto de la disfunción imaginativa, también nos hace caer en picado dejándonos una cara difícil de recomponer, pero no hay que preocuparse, la cosa tiene solución si nos dejamos caer por una de las clínicas de estética del doctor que atiende a Pedro Presidente y Letizia Reina, se supone que por separado, para que su piel facial mantenga la tersura de tiempos pretéritos, cuando se creía que las rayas continuas de carretera eran simplemente pintura sobre el asfalto y las pashminas una suerte de pañuelos ofrecidos por vendedores ambulantes para personas que, cenando en terrazas, necesitaban un poco de calor antes de entrar en modo tórrido.
Resulta increíble que la simple imaginación pueda llevarnos a creer y dar por ciertas cosas que no lo son, o tal vez sí, pero nosotros desconozcamos su autenticidad o ni tan siquiera su existencia. No creo que Pedro Sánchez tome sustancias a pesar de su aparente y permanente estado de pupilas dilatadas, algo que puede venir por su querencia de estar pendiente de todo; ni tampoco creo que sea el nuevo amante de la reina Letizia, hay algo en el presidente del Gobierno español que no huele bien, y Letizia es más de perfumes independentistas.
Pongamos que hablo de sustancias, Óscar.