OPINIÓN

Al final, Macron es un político

Alejandro A. Tagliavini | Viernes 14 de diciembre de 2018
Alain Minc, mentor del presidente francés Emmanuel Macron, aseguraba que su amigo pensaba que “el sistema se ha descompuesto y caerá, hay que recogerlo”, viendo cuan harta está la gente del sistema político, sobre todo de los impuestos como desde hace centurias.

Pero, al mismo tiempo, las personas son conservadoras al punto que suelen optar por el “que todo cambie para que nada cambie”. Así es como lo votaron a Macron, un “antisistema” pero que, al final, es otro político que ahora también repudian. Según Franck Gauidichaud, de la Universidad de Grenoble, el descontento es grande y no se calmará con un aumento de sueldo o una bonificación de fin de año.

Minc asegura que el presidente ha inventado “el populismomainstream”, y aclara que “el populismo siempre era la expresión de un extremismo. Y los partidos tradicionales eran la expresión del mainstream. Pero puede existir un populismo mainstream: es decir, los reflejos del populismo con la finalidad y la economía social de mercado”.

Parecido, y no solo en el apellido, a Macri, el presidente argentino que aseguró, al mejor estilo peronista, que quiere “un Estado al servicio de la gente”, lo que resulta una contradicción, ya que sus leyes se imponen coactivamente, precisamente porque las personas se niegan a suscribirlas voluntariamente. Sugestivamente, dicho sea de paso, el argentino no irá a la asunción del Jair Bolsonaro, el nuevo “ultraderechista” -dicen- presidente de Brasil.

El gobierno ya había anulado el aumento de impuestos a los combustibles, que encendió el movimiento de los “chalecos amarillos”, pero no fue suficiente. Así, Macron -hoy impopular, solo el 21% lo apoya- se dirigió a la nación captando una audiencia excepcional de más de 23 millones de personas intentando frenar las manifestaciones más graves en décadas, y que ya han costado un 0,1% del PIB.

Y anunció que el salario mínimo aumentará en € 100 al mes, que las horas extras no pagarán impuestos, pidió a las empresas que abonen una paga extra y retiró una subida de impuestos a los jubilados que cobren menos de € 2000. Medidas con las que el déficit fiscal superaría el 3%, lo que traerá un conflicto ya que se opone a las normativas de la UE.

Hablando se salario mínimo, qué dirían en Venezuela de este aumento de € 100, -unos 114 dólares- cuando el salario mínimo allí, es de 4.500 bolívares soberanos –unos 8,2 dólares– al tiempo que un kilo de queso manchego cuesta unos 6.370 bolívares.

Macron reconoce errores, pero no renegará de todo y, aunque toda la izquierda lo reclama, no recuperará el Impuesto –“a los ricos”- sobre el patrimonio. Suponen, ingenuamente, que los millonarios deben pagar más impuestos cuando la realidad es que ellos necesariamente los derivan hacia abajo -subiendo precios, bajando salarios, etc.- con lo que siempre terminan cayendo con más fuerza sobre los más pobres.

En fin, Macron no tranquilizó del todo a los ciudadanos, ni lo conseguirá porque, finalmente, también es político, parte del sistema. Pero no es menos cierto que, en algún momento, los manifestantes terminarán aceptando a los políticos que, al fin de cuentas, ellos votaron. Es que así es la sociedad humana, conservadora por naturaleza, que jamás evoluciona por revoluciones sino por lenta maduración, como todo en el cosmos, como las plantas que crecen lentamente desde semillas.

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