OPINIÓN

Del kaos al logos (VIII): El Dios conocimiento

Carlos González | Lunes 03 de diciembre de 2018
Mientras la humanidad, en su visión de especie, actuó con mirada y ensoñación infantil, lo hizo al amparo de sus dioses. El ser humano por sí mismo no podía conocer ni decidir nada…

Se debía limitar a obedecer a sus dioses –si eran varios- o a uno solo como es nuestro caso –este cambio sucedió con el Zoroastrismo, iniciado al norte del actual Irán, creó el concepto de universalidad y un Dios único. El resto seguía a sus distintos dioses (Griegos Egipcios, Romanos), o como dice la biblia, Astartés-. Estos dioses o espíritus nos daban todas las reglas, intentar simplemente pensar en contra de sus dogmas era de por sí motivo de condena a muerte en todas las religiones.

La etapa de la adolescencia de la humanidad se inicia en exclusiva en la Hélade clásica, en las ciudades de la actual Turquía, y en Atenas y otras ciudades de la actual Grecia. Surge la visión de que “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son y de las que no son en tanto que no son”. Se inicia la etapa de querer pensar, soñar, elucubrar y descubrir. Con ello han nacido los grandes movimientos filosóficos y después los Ideológico-Políticos. Ya sabemos cómo terminaron después de la II Guerra mundial las grandes ideologías creadas en el S. XX.

Pero, iniciado en aquel glorioso S. VI (ADC) la búsqueda del Conocimiento real de la naturaleza de la que formamos parte, se han alcanzado en ese período un montón de Conocimientos Objetivos que nos llevan a poder abandonar la obediencia ciega a los dioses y el seguimiento adolescente de las ideologías para pasar a aplicar como único nuevo Dios, al Conocimiento.

A partir de ahora, si queremos pensar y actuar como un adulto, lo único que debemos seguir es al Dios Conocimiento, y que él nos guie y conduzca hasta el final de nuestra existencia como Especie. Porque solo basados en conocimientos reales y contrastados podemos estar seguros de que nuestro actuar es el correcto. Y esa medida de corrección nos la dará constantemente el resultado. Cuando el resultado no sea del todo el esperado, significa que no disponemos de un conocimiento ajustado. En el instante que tras nuevos experimentos, alcancemos un resultado mejor, ese será el nuevo Conocimiento a adoptar, y las decisiones futuras las tomaremos en base a estos nuevos resultados.

Esta es una batalla ya conocida que lleva miles de años debatiéndose en la cabeza de toda la humanidad, el seguir las creencias y dogmas religiosos o ideológicos, o seguir los conocimientos científicos contrastados. El ejemplo que este autor suele poner siempre es el de la Medicina. Cuántos años lleva luchando y en cuantos frentes, para pasar de la brujería, el chamanismo y los conceptos religiosos, a los conocimientos sobre la anatomía y la fisiología humana. En fin, para que seguir.

En estos momentos esa misma lucha la llevamos algunos autores para pasar de las “Creencias Ideológicas” en materia social y política –Sergio Alpuente ha escrito sobre Chamanes y Exploradoras. Lean sus artículos constantes en El País- a Conocimientos contrastados de cómo funciona nuestra cabeza y de cómo actúan los grupos humanos, lo que se denomina, Dinámica de grupos. Pretendemos de una vez por todas que se abandone la Brujería en política –La libertad, La Igualdad, La Ética… luego nadie sabe qué es eso ni en qué consiste-, para hablar de equilibrio social, grados de educación y formación, control de los equipos dirigentes, mecanismos reales de rendición de cuentas. Y sobre todo, de niveles de responsabilidad. Es curioso, en política mucha palabrería y luego nadie es responsable de nada.

Cuando comencemos a aplicar conocimientos de Psicología, Sociología, y otras ciencias, a la actividad social y política, descubriremos que ya sabemos de qué hablamos. Y mucho más importante, extraeremos un montón de nuevos conocimientos, en este caso reales, de qué sucede si seguimos una u otra política, o tomamos unas u otras decisiones colectivas.

Demos la bienvenida al Nuevo Dios Conocimiento, él nos guiará con los mínimos errores posibles.

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