Desde esa percepción comienza a evolucionar y ser más consciente de sí mismo y de su entorno, a la vez con memorización clara de sus recuerdos, terminando esa etapa infantil cuando el joven cumple doce años. A partir de esa nueva edad, en la que si bien sigue respetando y obedeciendo a sus padres, es consciente de que estos pueden estar equivocados en sus apreciaciones. Hasta esa fecha los infantes no son capaces de juzgar la decisión de un adulto y le siguen a rajatabla sin dudar de que la misma pueda ser errónea. Quien quiera profundizar en el conocimiento de la psicología infantil debe comenzar por el francés Piaget, en sus distintas obras, y continuar con la mucha aportación científica que ya existe hoy día.
Por extensión, y dada su vivencia basada en las meras reacciones instintivas de hambre-saciedad, frio-calor, y un comportamiento general de sufrimiento y en ocasiones admiración por el entorno, entendemos que fue la visión que experimentaban los seres humanos en unos bosques primigenios o incluso en extensas praderas en las que cazaban y recolectaban. No se planteaban la acumulación de conocimientos que luego elevaran a costumbres, y que les provocase una necesidad de mirar su mundo de otra manera que no fuese emoción directa y mera reacción instintiva.
Esta visión del mundo es la que dio lugar a todas las civilizaciones conocidas hasta que llegaron los pensadores Helenos del S. VI A.C. que aportaron en exclusiva los inicios de la visión adolescente del mundo que dé paso a la posible madurez y la visión del mundo como un adulto. Visión infantil es la que anida en la mente de cualquier fiel de las religiones Monoteístas, el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam, y también de todas las demás conocidas, el Hinduismo, el Budismo y cualquier otra.
¿Que porqué infantil? Porque la posición en la que se sitúa el creyente y practicante frente a sus Dios/es y ante los dogmas que constituyen su imaginario es exactamente igual que un niño se sitúa antes sus padres o profesores, “Admite y obedece”, no se plantea en absoluto la posibilidad de que su padre Dios, o alguno de esos dogmas o ritos puedan ser falsos o estar equivocados, tal como ya haría un joven de doce años cumplidos. Este los sigue, sí, pero piensa que pueden ser relativos o que incluso deben en el futuro ser modificados.
La concepción de un Judío, un Cristiano o un Islamista es que su Dios es inabordable, que lo sabe todo, además –igual que un niño frente a su padre- siempre se pregunta ¿quién es el fiel para cuestionar lo más mínimo cualquiera de los actos de fe que le obligan a profesar?. Por otra parte siempre es castigado como cualquier infante lo sería si se enfrenta a su padre. La Apostasía ha sido castigada con la muerte en cualquiera de las anteriores religiones.
Por supuesto que no quiero ofender a nadie. Las personas disponen en su mente de sus creencias, pero si desean Razonar -algo que no existe en la mente de un niño, solo la obediencia gregaria- quizá estén de acuerdo que la postura que adopta un seguidor fiel de cualquiera de las Religiones conocidas, y los convencidos de cualquier nueva Ideología, es la de un infante que no cuestiona nada. Porque si lo hace, en realidad también sabe que ya no es un seguidor o creyente al uso.
La postura infantil es constante en la mayoría de las ideologías conocidas tanto superadas como las aún vigentes, si bien es cierto que estas también disponen de elementos propios de una mente adolescente. Pero los seguidores del nacionalismo lo que hacen respecto a sus líderes es obedecerlos y seguirlos con mente de niño anterior a doce años. No se cuestionan en absoluto si sus superiores pueden estar equivocados. Analicemos la situación actual en Hungría, El Brexit, los votantes de Trump, y en Cataluña, y coincidiremos que se comportan con mentalidad verdaderamente… infantil.
La superación de esa fase de ensoñación, magia y obediencia ciega se produce cuando el joven comienza a desear el mundo desde su propio yo. Se plantea sus aspiraciones y deseos y comienza a imaginar cómo será su futuro regido por sus aspiraciones. Busca sus nuevas amistades y relaciones electas, a la vez que pregunta por su verdadera identidad. Ahí comienza la Adolescencia.