El PSOE del Ayuntamiento de Almería está engranado a la Agrupación Local, que preside con innegable ejemplaridad el conocidísimo Indalecio Gutiérrez Salinas, innegable protagonista del caso Tito Berni, gran colega del Mediador, acusado de violencia machista y vulnerador del obligado confinamiento haciendo gala de chulería geoposicional. Bueno, a lo que iba.
El Grupo Municipal Socialista acaba de presentar otra nueva queja -ya van tres- al Consejo Audiovisual de Andalucía (CAA). En esta ocasión, dicen, contra la Tertulia de Interalmería por su carácter sectario e IMPARCIAL. Más adelante, destacan “dirigido por Antonio Felipe Rubio, en este caso, por el carácter tendencioso, sectario e imparcial de dicho programa”. De nuevo, y no es errata, indican “imparcial” como argumento, entiendo, negativo. Da la impresión de que el lerdo o lerda que ha redactado la queja es limítrofe con el gran maestro Pedro Sánchez, que destacó a Almería y Cádiz como provincias limítrofes, y “peripatético” como superlativo de patético.
Además de patéticos, son muy atrevidos exhibiendo su ausente propedéutica. Dicen en la queja que “comienza con un editorial del propio presentador en el que vierte sus opiniones sobre asuntos políticos de actualidad”. O sea, que el presentador osa verter sus opiniones sobre asuntos políticos de actualidad. ¡Pero esto qué es! ¡Cómo se atreve a opinar! Además, insisten y promulgan la nueva modalidad del periodismo obediente y cariñoso con los dirigentes, al abundar en directrices deontológicas como que “existen unos criterios de profesionalidad en el ejercicio de la labor periodística que deberían impedir a un moderador extralimitar sus funciones y expresar sus opiniones, como si de un contertulio más se tratara, induciendo a error a los telespectadores entre lo que debe ser considerado información y opinión”.
Vamos a ver. El programa “La Tertulia” se llama así porque es una tertulia; o sea, es decir, y espero que me entiendan, no es un informativo; repito, no es un informativo, es una tertulia. No soy el moderador de un debate. En un debate se establecen reglas entre los oradores contendientes. Se acotan los tiempos. Se fijan los espacios. Se ordenan los temas… y se modera el tono en caso de exacerbación. Por el contrario, en una tertulia hay un director y unos invitados, y todos opinan sobre el asunto propuesto u otros fuera de guión cuando les parece oportuno, pero el director jamás les dijo “eso no toca” o “eso no lo permito”, tal como pretenden estos aprendices de periodismo orwelliano imponiendo el Ministerio de la Verdad, Dos Minutos de Odio y el Neolenguaje.
Visto lo anterior, y al margen de la indigencia mostrada en la materia de la que sientan cátedra, denotan un odio manifiesto por la libertad de expresión e innegable insidia personal y persecución profesional hacia un periodista que jamás; insisto, jamás, se ha visto ante un juzgado por denuncia de calumnia, falsedad o injuria.
Puedo estar equivocado, y he dedicado más esfuerzo a rectificar que cuando metí la pata. Pero siempre puedo decir que he actuado con la sinceridad de mis convicciones, en apelación a la verdad y con severa crítica a la mentira, manipulación y protervidad de nuestros dirigentes, fueren los que fuesen.
Me causa cierta estupefacción que el PSOE envíe esta queja al CAA, especialmente, por unos motivos que evidencian y delatan un comportamiento contrario a la libertad de expresión e inequívoca insidia personal. Igualmente, es bochornoso comprobar cómo pretenden blindarse ante críticas y descripciones ajustadas a la realidad. Y esto lo hacen revelándose como los más zafios liberticidas, ignorantes de la profesión periodística y cobardes. Muy cobardes, porque eluden y obligan a rechazar su presencia en foros donde se habla sin complejos y sin consignas. Ahora han encontrado en el CAA el foro que les da la razón y eco mediático si no te pliegas al discurso políticamente correcto, a definiciones incorrectas o presuntos insultos que, en realidad, son correctísimas descripciones de la ineptitud de estos dictadorzuelos.
No me imagino formando parte del CAA, pues con la perturbadora insistencia del “tonto que coge una linde…”, les tomaría por unos coñazos y un peligro al frente de instituciones, las mismas que utilizan para intentar socavar el prestigio de aquellos profesionales que osen retratarles ante su mendacidad y vileza.
No creo que encuentren solución a sus adicciones totalitarias recurriendo al CAA. Quizá podría ser un tema a tratar en el diván de un especialista.
En cualquier caso, he visto pasar a otros muchos con idénticas intenciones. Y, sea donde sea y cuando sea menester, me mantendré crítico y refractario a tanta inmundicia sectaria.