OPINIÓN

Comprender el mundo: Presión, tensión, equilibrio (XIII)

Carlos González | Lunes 17 de septiembre de 2018
Al comenzar a explicar el mundo se dejó claro que todo lo existente no son más que equilibrios, y además con estas características: Relativos, Subjetivos y Circunstanciales.

Lo que se presenta ante nosotros es un objeto o situación que nos es más que el resultado de una contraposición de fuerzas que se mantienen equilibradas. Todo ello es lo que somos nosotros mismos –piénsese que no somos más que un equilibrio de células- así como todo lo que constituye nuestro entorno.

La fuerza que ejerce el sol, a la que denominamos Gravedad, es la que Presiona a la Tierra y la obliga a girar a su alrededor y a no poder seguir desplazándose en el espacio. El planeta atrapado sufre, siente, experimenta esa fuerza sobre él, a esta le llamamos Tensión. Porque lo fuerza, lo tensa y le obliga, siempre contra su directa voluntad, a realizar lo que no quiere, y producto de esa presión ajena gira atrapado bajo la voluntad de otro. Como su fuerza sigue existiendo, no sucumbe -si así fuera sería atrapado y destruido- es esta –la suya propia- la que le hace girar y mantenerse en órbita. En ese momento surge el equilibrio, el que se da entre una fuerza y la otra. Ello provoca que ese planeta gire a una velocidad, en una órbita, con una rotación y con mayor o peor consistencia. Lo que existe ante nosotros es simplemente un equilibrio, porque si triunfa la fuerza del Sol el planeta desaparece y tenemos un sol más grande, si vence el planeta no tenemos nada porque se iría por el espacio y no tendríamos sistema solar.

Esto que se ve tan claro como opera en el resto de la naturaleza, terminaremos comprendiendo que así se realiza tanto en los partículas atómicas como en el funcionamiento de un grupo social de mil doscientos millones de personas, como puede ser China. En el caso de los átomos es como el sistema solar, y lo vemos claro entre el núcleo y los electrones girando a su alrededor. En el caso de un grupo social como China tenemos que ver que el sol lo constituyen las autoridades chinas sustentadas en todo el conjunto de creencias, costumbres, o ritos que componen su cultura, unido a los mecanismos de represión o seducción que tienen a su disposición, y la jerarquía y los administrados giran alrededor de aquellos como planetas o electrones. Si no ejerciera fuerza el poder chino, no solo jurídico sino más importante, afectivo y de creencias, los chinos se disgregarían como estado único o se marcharían a otros países –de hecho millones de ellos lo hacen-. Si no sintiesen los ciudadanos esa presión y les generase una tensión no lucharían cada día por mejorar ellos, sus familias, sus municipios o el gobierno entero. Si venciese su fuerza de independencia destruirían el gobierno, el poder, y se disgregarían provocando la destrucción del grupo social organizado al que llamamos China. El equilibrio que queda es millones de chinos que no están del todo de acuerdo con lo que hace su gobierno y autoridades o élites, pero aguantan y siguen en ese equilibrio momentáneo, que puede durar miles de años, o, como le sucedió a tantos y tantos pueblos e imperios en la historia de la especie humana, desaparecer y ser polvo y cenizas.

La Presión es la que ejerce el aficionado y socio sobre las autoridades deportivas para que gane títulos su equipo. La que ejercen los directivos sobre el entrenador para que controle la plantilla y rinda con victorias. La que ejerce el entrenador con sus jugadores, para que entrenen y sean los mejores. La que ejerce los padres con los hijos para que se esfuercen y se preparen para el futuro. La que ejerce un directivo de empresa para que los productos salgan mejor elaborados o la atención a los clientes sea la mejor posible.

La Tensión es la que experimentan todos esos colectivos que reciben la presión y se esfuerzan en la dirección que les empujan. Si no recibieran esa presión, física o psicológica, se “tumbarían a la Bartola” y se esforzaría “Rita la cantadora”.

El Equilibrio es el resultado de la exigencia de la Presión, comprensible, y la Tensión que crea, asumible. Porque de no comprenderse esa presión o ser tan excesiva que no se puede asumir, esa relación salta por los aires y no tenemos grupo organizado.

Si la “Gusa” en el estómago del León no le presionase, y este sintiese la tensión del hambre, hay que reconocer que con lo “agustito” que está a la sombra de la acacia, cualquiera se levanta y corre detrás de la Gacela… Con lo rápida que corre ¡la jodida! … ¡Y cómo salta!…

Y si no hubiese presión hormonal de poseer a la leona en celo, cualquiera se enfrentaba a los brutos de los leones competidores, ¡con lo que muerden los tíos!…

Esto nos lleva a comprender que todo lo que vemos a nuestro alrededor es una pugna constante entre dos o más fuerzas. Que como ninguna se impone surge una situación ante nosotros, pero que siempre será Relativa, Subjetiva y Circunstancial. Y además, dinámica. Mañana por la mañana ya será un poco diferente.

Si obtenemos este conocimiento, lo comprendemos y lo aplicamos a cualquier situación social, podremos saber en cada instante qué está pasando. Qué fuerzas pugnan en uno u otro sentido. Cuáles son los intereses en juego y cuantas de sus expectativas satisface cada parte que participa en la disputa.

Al analizar cualquier grupo social hemos de estudiar cual es la Presión que ejerce el liderazgo y las élites sobre la jerarquía y los administrados. Sin esa presión aquellos no se moverían, se tirarían a la “Bartola” esperando que les den cobijo y de comer, y a espaldas de quien manda echarse un “quienvive” –por eso el poder, todos los poderes, controlaron siempre el sexo-. Esa Tensión experimentada es la que pone a los administrados en marcha, les hace trabajar y rendir, o defender a la tribu. Si esa Presión y esa Tensión se Equilibran hasta unos márgenes, ese grupo pervive, se desarrolla, y si se hace bien crece y triunfa. Si se rompe el Equilibrio, ese grupo salta por los aires o es derrotado o engullido por otro que si cumplió mejor esas premisas de Presión, Tensión y Equilibrio.

No deberíamos olvidarlo nunca.

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