Joaquín ABAD | Sábado 19 de mayo de 2018
De todo hay un antes y un después. De todo. Y tras el paso al club de la casta por parte de la pareja Pablo Iglesias y su manceba, con chalé frente a Torrelodones, piscina de diseño, casita para invitados, y demás exquisiteces propias de ricos, no de trabajadores, se desmorona el partido político que prometió el cielo y ha resultado ser como todos. Y si no ha acariciado la corrupción, aún, es porque no ha gobernado ocho años seguidos.
Ha quedado claro que los jóvenes que no han pisado una empresa privada, sólo con dinero político, pueden formar parte de ese minoritario 1 por ciento de la población que vive en lujosos chalés en lugar de pisos donde se comparte garaje, ascensor, escaleras con una veintena de molestos vecinos. Pablo y su manceba no tendrán que cruzarse todas las mañanas con la vecina cotilla, si no el portero, si lo hubiera, que sentado observa el trasero de las inquilinas. No, Pablo y su manceba entrarán y saldrán de su vivienda apretando el botón del mando a distancia que abre el portón electrificado, conducirán el todo terreno blanco inmaculado, hasta el garaje y saldrán directamente a su salón con suelo radiante, mientras en los barrios los obreros que les votan se apañan con la estufa de butano.
Treinta años de hipoteca no lo aguanta ninguna manceba del siglo pasado. Así que de este, menos. Torrelodones, La Navata, Galapagar, está plagado de chalés que se venden porque la pareja dueña se ha separado. Tras cinco años de gozo han decidido que cada uno por su lado. No deseo que la manceba abandone a su Pablo pero me temo que la historia de nuestros políticos, salvo pocas excepciones, está plagada de separaciones conyugales. Lo primero que hace el político cuando pisa moqueta es comprarse coche nuevo, casa nueva y compañera nueva. Generalmente una secretaria diez años más joven que la manceba anterior. O la esposa anterior.
Me temo que Podemos, una vez que a su fundador se le ha visto el plumero pasándose al club de la casta, le queden dos pelados. Y la pareja de Pablo y su manceba encontrarán acomodo, seguro, en las filas del partido de Pedro Sánchez, que seguro fagocitará a todos esos votantes que le habían abandonado porque se creyeron que los cánticos de Pablo y su manceba eran sinceros, que luchaban por la clase obrera, y vivían como la clase obrera. Y mantendrán el sueldo de parlamentarios para pagar la hipoteca. Tranquilos que la clase política no es la clase obrera. ¿Verdad?