Tras anunciarse su celebración, de inmediato surgieron diferencias sobre la oportunidad y/o necesidad de su materialización, a tenor de los dispares puntos de vista aparecidos en los medios de comunicación. En esta ocasión, y por parte de una corriente de opinión “supuestamente feminista”, pretendiendo hablar en nombre de todas las mujeres e imponiéndoles su forma de pensar, se defendió la postura de no reconocerse víctimas de hermanos, parejas, padres y compañeros, considerándolos como sus iguales masculinos y rebelándose contra esa identidad que niega su individualidad.
Otro colectivo, posiblemente mayoritario, tras la implantación de la Ley de Violencia de Género, protegieron al sexo femenino como seres discriminados por una sociedad descaradamente machista y con todas las consecuencias de sobra conocidas y sufridas.
Al margen de continuar debatiendo sobre lo acertado o inoportuno de los distintos planteamientos enfrentados, esperemos que el próximo jueves todo transcurra en paz y sin incidencias, que sirva para aproximar posturas entre feministas posmodernas y las que optan por convertirse en la mitad de todo. Conviene aclarar que no se trata de una batalla contra los hombres, sino una lucha contra los privilegios masculinos desde siglos, algunos de los cuales perviven lamentablemente.
En esta ocasión, hasta en el seno la iglesia católica han surgido discrepancias entre los obispos. Concretamente, el de Tarazona (Zaragoza), Eusebio Hernandez, se ha sumado a las movilizaciones y reivindicaciones del día 8, criticando la desigualdad salarial y solicitando la incorporación de la mujer a cargos de mayor responsabilidad en el seno de la iglesia. En sentido contrario, su homólogo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, se opone firmemente a las citadas peticiones, afirmando ver al demonio dentro del movimiento feminista que las promueve, actitud que no parece muy seria... El prelado guipuzcoano criticó duramente al “feminismo radical” asegurando tener como perjudicadas y sacrificadas a las propias féminas...
Muy posiblemente las formaciones políticas o alguna de ellas, intentarán contraprogramar e incluso influir en cuanto a la conveniencia de asistir o no a la citada huelga por la posible repercusión a efectos electorales. Lo suyo será que cada mujer, de acuerdo con su conciencia y olvidando pertenencias y militancias políticas, reflexione y decida en consecuencia...