Las grandes mentiras que nos ocultan: (3)
OpenAI | Miércoles 21 de junio de 2023
La historia tiene, mucha veces, un humor negro que se basa más que en la Risa de los que lo gozan en el rictus amargo de los que la parecen. No hay nada nuevo bajo el sol en la guerra inacabable de Ucrania. Es una frase que la convirtió en teatral un religioso cordobés mientras huída de Roma hacia Venecia mientras las tropas del emperador Carlos vencían a las del Papa y sus aliados. El cristianismo cambió con Lutero, el islamismo tan sólo se dividió entre los seguidores del suegro y el yerno del profeta Mahoma. Unir a civilizaciones es más fácil que aceptar credos religiosos.
A veces y no pocas, la intransigencia, el ingenio y la censura religiosa sirven a clérigos para predicar desde el burdel y no desde el púlpito, mientras huyen de la guerra y la muerte que siempre acompañan a los poderosos. Un diálogo, escrito por un cura cordobés, Francisco Delicado, que había huído a Venecia atemorizado por el saqueo que las tropas del emperador Carlos en 1527 habían hecho en Roma, entre la prostituta Aldonza y su confidente Rampín, dentro de “La Lozana andaluza”, se ha perpetuado durante cinco siglos a través de la picaresca de la que hacen gala los pueblos. Una frase de la ramera es tan fulminante como los falconetes que utilizaban los tercios españoles: “ no hay cosa nueva bajo el sol”. Nada nuevo por la existencia de la argamasa que sirve de pegamento en todas las historias, la mentira. Hasta el propio Miguel de Cervantes utilizaría el nombre de la anti heroina del clérico cordobés para transformarla en la simpar Dulcinea de nuestro eterno caballero andante.
Bien aderezada de intereses políticos, las mentiras de los contendientes se dan la mano. Si el cristianismo sufrió su gran revolución moderna con la división entre católicos y protestantes o, por decirlo en términos políticos, entre aquellos que deseaban mantener el centralismo autoritario del Vaticano como eje de poder del mundo occidental, (como una teocracia que quería controlar todas las actividades de la sociedad), y aquellos que aspiraban a democratizar y dividir ese poder por más que cayeran en muchos de los vicios y defectos de aquellos a los que querían combatir, con las inevitables guerras civiles que conllevaron; el islamismo viene teniéndolo fundamentalmente entre chiítas y sunnies desdse hace 1300 años, pelea dos por el poder el suegro de Mahoma, que representó a los suníes; y el yerno del profeta, convertido en líder de los chiitas, con su distinta concepción y lectura del Corán y sus enseñanzas sociales. A esa revolución en las ideas básicas para establecer normas sociales hay que sumar las otras revoluciones que se producen al mismo tiempo por los cambios económicos, los modelos de producción, los progresos tecnológicos y todo aquello y ésto que Ortega y Gasset denominaba "circunstancias".
En la existencia misma de Al Qaeda y en el ideario de su antiguo líder, Osama bin Laden, se encuentra esa diferencia entre chiítas y sunníes, entre la oligarquía (con monarca incluido pero sujeto a los pactos de las ramas de su propia familia para no verse destronado por la conjura palaciega de turno) que gobierna Arabia Saudí y los deseos de los sucesores del llamado líder terrorista, al que crearon y apoyaron los Estados Unidos para desgastar a la antigua URSS y la actual Rusia en Afganistán. Esa división es la está marcando y va a marcar el futuro de todo ese espacio geográfica, de enorme importancia estratégica y económica, cuando desaparezcan, si es que alguna vez lo hacen, de forma definitiva la presencia de tropas extranjeras en su territorio. Hoy, por hablar de España, 330 soldados de nuestras Fuerzas Armadas permanecen en Irak.
Sadam Hussein cumplía el papel de "tirano amigo", de controlador del territorio frente a Iran, por un lado, frente a los kurdos que amenazan de forma permanente a Turquía, por otro, que equilibraba el poderío de Siria, y que servía para amedrentar a las monarquías feudales de esa zona hasta que se dejó seducir y engañar por los que creía "amigos" e invadió Kuwait. Pasó a ser un apestado, un peligro y un estorbo. Y una víctima fácil para desatar una crisis mundial y sacar de sus problemas a una economía en crisis y a unas cuantas empresas en riesgos de desaparición pero con muchos y muy poderosos amigos en el aparato de poder de Washington. El que fuera vicepresidente norteamericano, Dick Cheney, podría dar todo un curso de cómo defender a USA de los ataques a su hegemonía como primera potencia mundial.
Combinar esa revolución teológica, con las social, económica y política en un mundo en el que las fronteras de comunicación y control han desaparecido, en el que la competencia de los mercados de todo tipo está produciendo cambios a una enorme velocidad, no es nada fácil. Vemos que potencias consolidadas como China se permite vivir sin democracia política pero asumiendo las tesis económicas del liberalismo, y al mismo tiempo convertirse en el principal acreedor e inversor de su gran rival a todos los niveles, como es Estados Unidos. Vemos cada día como miles de chinos se instalan en nuestras ciudades convertidos en las puntas de lanza comerciales de sus productos, provocando un profundo cambio en las estructuras y modelos del pequeño comercio. Y vemos como desde hace cincuenta años, desde el fin de la llamada II Guerra Mundial, el islamismo se ha instalado en toda Europa sin que sus seguidores se hayan integrado en nuestra cultura, y tengan aún pendiente su propia revolución del pensamiento. Son la auténtica “quinta columna” que hunde su credo y sus sueños en el muy lejano pero nunca olvidado siglo VIII. Si unir civilizaciones al mismo nivel es una tarea digamos que imposible si se mira la historia, lograrlo con las tres religiones que provienen de la misma fuente, la Biblia, es misión imposible.
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