OPINIÓN

Injusta desigualdad socio-económica

Viernes 09 de febrero de 2018
Si nos guiamos por los resultados de la banca publicados en los medios, auspician buenos tiempos. Con unos beneficios de 13.500 millones, un 50% más que el año pasado, crecerá el entusiasmo y el dinero correrá con generosidad.

Superados los malos momentos y la depresión, empresas y directivos están dispuestos a lanzarse e invertir. Hasta la prima de riesgo se ha situado por debajo de los 70 puntos y el mundo del dinero comienza a perderle el respeto a la crisis catalana, al margen de las últimas noticias sobre el paradero del impresentable Puigdemont, con la total ignorancia ciudadana sobre quien financia sus andanzas y despropósitos…

En sentido contrario, la gran mayoría, continúa esperando la milagrosa aparición de “alguien” que haga algo de verdad y sea capaz de luchar contra la injusta desigualdad que seguimos padeciendo. En una palabra, que mejoren los sueldos y permitan a los trabajadores proporcionar un plus de dignidad y calidad de vida a sus familias. La pobreza colectiva no es ninguna leyenda urbana sino una sangrante realidad generadora de marginación de los menesterosos, testimonio de la más abyecta arbitrariedad y atropello por parte de los poderosos.

Nos quejamos de los jóvenes y no tan jóvenes que habiendo alcanzado los 35-40 años, de alguna manera continúan viviendo con sus padres incapaces de emanciparse, cuyo futuro pinta más negro cada día por efecto de sus raquíticas retribuciones, sin poder alquilar una vivienda o crear una familia. De alguna manera deberán superar su permanente frustración y alcanzar las metas perseguidas.

Que no todo es festejar la fortuna de los ricos. Admitamos sus ingresos cuando estén justificados pero sin llegar a esas insultantes diferencias que nos mantienen amargados y humillados las 24 horas del día. Si en efecto la economía evoluciona positivamente, permítasenos participar de la fiesta y aliviarnos de tanto sinvergüenza.

Muchos de nuestros políticos pertenecientes a diversas formaciones, rezuman incompetencia, gestionan desastrosamente, carecen de la más elemental formación, conocimientos y hueros de estrategia, amen de mantener e invertir gran parte de su tiempo en permanentes enfrentamientos y escasa atención a la resolución de los auténticos problemas relacionados con el paro, economía, sanidad, educación, pensiones y un largo etcétera. Síntomas del descontento ciudadano que debería inquietar seriamente al Gobierno, en lugar de dedicarse vehementemente al mantenimiento de sus respectivas poltronas... ¡¡Tiempo al tiempo!!

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