OPINIÓN

El problema son las Autonomías

Javier Arias | Viernes 26 de enero de 2018
El sainete catalán, vuelve a poner de manifiesto que es la propia estructura del Estado autonómico la raíz del problema.

Que un grupo de cortos, puedan haber estado robando a manos llenas y financiando su proyecto liberticida, racista y ridículo, a cargo del bolsillo de todos los españoles, solo se explica por las facilidades que les ha proporcionado controlar esa Autonomía. Si a su impulso cleptómano, a su prepotencia y complejo de superioridad, se hubiera añadido la valentía, estaríamos contando, por centenares, los cadáveres.

Si algo hay que reformar en nuestra Constitución es ese modelo de dispersión y enfrentamiento. Colocado a imitación de Alemania, hay que recordar que lo fue como un mecanismo, impuesto por los aliados, para debilitar a los causantes de dos guerras mundiales. El mismo propósito tuvo en España y, hoy, solo beneficia a nuestros enemigos, internos y externos, pero no a los españoles.

La discusión es sencilla: O un gran país, o diecisiete trocitos que, inevitablemente, conducen al ensimismamiento o al enfrentamiento con sus vecinos, empeñados en exaltar las diferencias, adular el supremacismo y eliminar los rasgos comunes, desde la lengua al pasado histórico.

Un tercio de nuestros niños, no estudian en español que ya no nombra cientos de lugares en todo el territorio, sustituido por nombres en desuso o, en el peor de los casos, inventados para sustituir al idioma común. Galdós titulo Gerona a uno de los grandes Episodios Nacionales de España, pero hoy es imposible encontrar el nombre español de la bella ciudad que resistió al invasor.

Todos, nos hemos reído e indignado cuando se han publicado los disparates y mentiras, de las historias autonómicas que se enseñan en nuestras escuelas. Todos, nos indignamos cuando terminan, ante los jueces, los ladrones que han robado y malversado los fondos públicos, sin darnos cuenta de que están implicados, principalmente, esos niveles autonómicos. Todos, nos echamos las manos a la cabeza cuando, desde sus parlamentillos, se publican 80.000 páginas anuales de normas y reglamentos que liquidan la unidad de mercado y hacen imposible cumplir una legislación que cambia cada pocos kilómetros. Todos, protestamos cuando la sanidad, la seguridad o la educación se fragmentan y a una señora de Bilbao no le aceptan su receta en Madrid, o a un niño de Valencia no le vacunan si está en Galicia. Las mafias, los asesinos, o los terroristas, no contemplan los límites de las policías autonómicas que no tienen ficheros comunes y que, muchas veces, se ocultan información con otros cuerpos de seguridad.

Tenemos un problema para pagar las pensiones y otras prestaciones sociales, pero se incrementan, artificialmente, las plantillas de funcionarios en un modelo subvencionado de hace dos siglos. La Administración española tenía menos de 700.000 funcionarios, en 1977. Hoy, tras una revolución informática que ha multiplicado por 100 la productividad administrativa, tenemos ¡casi tres millones!. ¿Quién puede soportar esta inmensa carga de burocracia?

Nuestro país, que ha demostrado- una vez más- su enorme fortaleza, se merece un proyecto común y no puede afrontarlo con todas sus decisiones fragmentadas y diecisiete portavoces que quieren resaltar en el gallinero correspondiente.

Un solo Estado, un solo Parlamento que responda ante todos los ciudadanos y una Ley Electoral, en una circunscripción única, que consagre que cada voto vale lo mismo, vivas donde vivas.

Se dirá que es imposible, pero hay que recordar que, en 1988, se daba por eterna a la URSS y su campo socialista y que parecía impensable que las Cortes de Franco dieran paso a la democracia parlamentaria.

Se puede acabar con las Autonomías porque ellas son el verdadero problema.