Pero Pedro tiene siete meses de vida aún. Y conociendo lo vengativo y rencoroso del personaje, habrá que seguir muy de cerca lo que salga en el BOE a partir de mañana. De aquí a diciembre, si no se le ocurre alargar la legislatura, con unos socios desahuciados en la mayoría de las plazas, el inquilino de la Moncloa se va a tomar muy en serio ponérselo difícil a líder popular, que deberá hacer de malo en economía nada más ganar las elecciones, porque ganar, las ganará, a menos que un nuevo cisne negro, como el que aupó al impresentable Rodríguez Zapatero, lo impida.
Todo el despilfarro de Pedro y podemitas que estos cuatro años han gastado como si la máquina de hacer euros estuviera descontrolada le pasará factura, pero no al Narciso de la Moncloa. Se lo pasará a los españoles, a todos los españoles, que se han creído que el dinero caía del cielo y daba de sobra para que las ministras y amigas se pasearan por Nueva York a gastos pagados por el contribuyente, como poco.
A lo mejor Pedro se da cuenta de que el lastre de la pareja de Pablo Iglesias, de Belarra, y el fracaso del proyecto de Yolanda Díaz, no le merece la pena y mañana da a conocer esa crisis de gobierno que guarda en el cajón de su mesa desde hace años, y que no se atrevía a ponerla en marcha por temor a que el coletas, ya sin coleta, se la montara. Al fin y al cabo, Pablo fue el que le facilitó su entrada en la Moncloa porque era el que tenía los teléfonos de separatistas, Bildu etarras, y demás personajes marginales que sumaban lo suficiente como para ganarle a Rajoy.
Mañana, si no hoy mismo, empezaremos a sufrir la amarga victoria. Ya lo verán.