El PSOE ha perdido mucho más de lo que quería y su Secretario General y presidente del Gobierno ha optado por el silencio, dejando a otros las explicaciones de la derrota global de sus colores. Convirtió la campaña electoral en un auténtico plebiscito sobre su figura y sobre su Ejecutivo de coalición. Pierde Sánchez de cara a las futuras elecciones generales y gana Feijóo que, de mantenerse la tendencia mostrada en toda España, acaricia con los dedos el sillón del poder.
Los socialistas van a tener que renovarse de forma acelerada tras asumir su derrota en las grandes ciudades y en la mayor parte de las nueve Comunidades Autónomas que gobernaban hasta ahora. Renovación o repetición de la bajada a los infiernos que ya experimentaron tras las sucesivas derrotas de 2011 y 2015. Mantuvieron un poder territorial muy grande en 2019, pero eso forma parte del pasado.
Junto a Pedro Sánchez también ha perdido y mucho, sin haberse presentado con su nombre y sus siglas, la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz. La “dama blanca” - por ser éste su color favorito - ya ha comprobado que sus apuestas personales por Ada Colau, por Mónica García o por los dirigentes de Compromís en la Comunidad Valenciana han perdido, y en esa derrota de la izquierda de la izquierda, más dividida que nunca por su exagerado personalismo, se encuentran también sus compañeros de Gabinete, Ione Belarra e Irene Montero y su políticamente insignificante Alberto Garzón.
Ciudadanos ya ha asistido a su entierro y puede que la antigua y rota Unidas Podemos esté presenciando su propio velatorio. Alberto Rivera y Pablo Iglesias quisieron vencer y reemplazar al Partido Popular y al Partido Socialista. Los dos fracasaron y se marcharon, dejando una herencia tan pesada a sus sucesores que ninguna ha podido levantarla. Resulta curioso que junto a un renacido bipartidismo a nivel nacional vayan a tener una gran importancia los mínimos partidos regionales e incluso locales que, con sus representantes, vayan a decidir quién gobierna. Nunca un parlamentario o un concejal fueron tan importantes.
Regresa la vieja CiU a tener importancia en Cataluña, en Barcelona sobre todo con Xavier Trias, que ha superado al socialista Collboni y a la tambaleante alcaldesa Colau. Y junto al regreso de Albiol, el duro Albiol en Badalona, aparece un fortalecido Vox. El partido de Santiago Abascal le va a pasar al PP y a Feijóo en concreto un alto precio por sus ataques en todo aquel lugar en el que sus votos sean decisivos. La senda que inauguraron en Castilla y León Fernández Mañueco y García Gallardo es la que van a recorrer el resto de sus compañeros.
Con la Comunidad Valenciana perdida, con Extremadura perdida, con Castilla-La Mancha perdida, con Aragón perdida, con Baleares perdida y con otras tres teniendo que negociarlas con partidos minoritarios; con la mayoría de las capitales de provincias perdidas, a Pedro Sánchez le puede quedar el solitario consuelo de que durante los próximos meses el evidente castigo a su persona crea que con el tsunami del 28 de mayo es suficiente.
Un dato preocupante para el resto de España: en Euskadi y Navarra, Bildu ha salido favorecido y con más fuerza. El escándalo de las listas electorales les ha venido muy bien, lo que al PSOE le ha resultado mal. A los votantes les ha dado igual que en Aragón, Castilla la Mancha y Valencia se criticara con dureza la presencia de condenados por haber matado o apoyado a los que mataron en nombre de ETA. El PNV tiene un problema grave en su propio territorio.