Alguien ha tocado el botón del pánico en estas elecciones, porque la compra de votos, de unos pocos votos en relación con la totalidad del censo, era una práctica habitual no de ciertos partidos, sino de ciertos políticos que querían asegurarse el sillón para seguir manejando a su capricho cientos o miles de millones de presupuesto municipal.
Suelen ser concejales o alcaldes de pueblos con grandes intereses en el sector inmobiliario, como ha ocurrido en Mojácar. Después de muchos años de mandato, de ocupar el cargo, se creen en posesión de la concejalía que cada cuatro años debe revalidarse. Y al parecer, en algunos casos, no por los méritos, sino por unos miles de euros que garantizan pasar algunos votos sobre el adversario.
Aun así, lo sospechoso es que haya sido precisamente cuando el gobierno de Pedro Sánchez está más que cuestionado, tras haber gobernado cuatro años con podemitas, golpistas catalanes, herederos de los etarras, haber indultado a los que fueron condenados por dar un golpe de estado, reformar leyes que benefician a separatistas, que saltan, a la vez, los escándalos de compra en masa de votos en Melilla y demás municipios, precisamente de concejales socialistas.
Sospecho que alguien ha pulsado el botón del pánico, y una serie de resortes se han puesto en marcha, ocultándoselo al ministro Marlaska, que debe andar echo una furia ya que acostumbra bajo amenaza de cese, de que las fuerzas policiales le tengan informado cada vez que este tipo de delitos son investigados. ¿Recuerdan como cesó al coronel Pérez de los Cobos porque se negó a informar del sumario que investiga por prevaricación al delegado del Gobierno en la capital e incluía graves acusaciones contra Fernando Simón?
Esta vez se la han colado. La Guardia Civil, y los fiscales que han intervenido, han sabido ser obedientes ante el juez y desobedientes con las indicaciones del ministerio de Interior, acostumbrado a anticiparse a este tipo de escándalos. Y alguien señala también al servicio secreto español en esta operación.
Sea o no todo cierto, la puñalada a la credibilidad del socialismo tras cuatro años de Pedro Sánchez ha quedado tocada. Y los aplausos a los golfos que compraron votos, una vergüenza.