El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, se reunió con la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en el marco de su gira europea para preparar la presidencia española de la UE. El encuentro, que tuvo lugar en el palacio Chigi de Roma, sirvió para abordar el Pacto de Migración y Asilo que está en discusión en el seno de la Unión, y que supone uno de los principales puntos de fricción entre ambos líderes.
Sánchez y Meloni tienen visiones muy diferentes sobre cómo gestionar el fenómeno migratorio, que afecta especialmente a los países del sur de Europa. Se suponía que al jefe del Ejecutivo español defendía una política basada en la solidaridad y la responsabilidad compartida entre los Estados miembros, en tanto que la líder italiana se opone a la acogida de migrantes y aboga por una mayor protección de las fronteras exteriores.
Sin embargo, ambos mandatarios obviaron sus diferencias y expresaron su voluntad de colaborar con el Pacto de Migración y Asilo que propone la Comisión Europea, y que busca un equilibrio entre los principios de solidaridad y flexibilidad. Sánchez destacó que los objetivos de España e Italia están "muy alineados" y que es necesario contar con recursos económicos europeos para hacer frente al "desafío de la inmigración irregular". Por su parte, Meloni reconoció que hay "convergencias" con el Gobierno español en este y otros temas, y que es importante trabajar juntos para lograr un acuerdo que beneficie a todos los socios de la UE.
El encuentro entre Sánchez y Meloni no estuvo exento de polémica, ya que se trata del primer cara a cara entre el presidente del Gobierno español y una dirigente de ultraderecha. Meloni es aliada de Vox en el Parlamento Europeo, y participó en un mitin del partido de Santiago Abascal en Marbella durante la campaña de las últimas elecciones andaluzas. Además, ha sido criticada por cantar en un karaoke con Matteo Salvini tras el naufragio en Calabria que causó la muerte de 27 migrantes.
No es la primera vez que Sánchez cambia de discurso según le convenga. Ya lo hizo con el Open Arms, el barco humanitario español que rescató a miles de personas en el Mediterráneo central. Primero lo recibió con honores en el puerto de Barcelona, luego le prohibió salir a realizar tareas de salvamento y le amenazó con multas millonarias, y finalmente le ofreció el puerto de Algeciras tras la negativa de Italia a desembarcar a los náufragos. Todo un ejemplo de coherencia y compromiso.
Sánchez ha demostrado una vez más que es un político veleta. De nuevo los dos Sánchez, como cuando uno defendía la idea de una España plurinacional y otro que la única nación es España, cuando uno de ellos había dicho que no pactaría con Iglesias y el otro pactó con Iglesias, uno no pactaría con Bildu y otro lo hizo. Parece que uno de los Sánchez cree en las fronteras abiertas, y el otro en las cerradas.
La reunión también puede suponer un nuevo enfrentamiento entre Sánchez y sus socios de gobierno e investidura, que han mostrado su rechazo a la política migratoria de Meloni y su sintonía con Vox. El líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha calificado a la primera ministra italiana de "fascista" y ha pedido a Sánchez que no se olvide de los valores democráticos y progresistas que sustentan su coalición. Por su parte, el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, ha ironizado sobre el encuentro entre Sánchez y Meloni, y ha preguntado si el presidente del Gobierno le ha regalado un libro sobre derechos humanos o sobre feminismo.
No se sabe si la opinión de Sánchez ha cambiado por motivos políticos, presiones de sus socios europeos o simplemente por cinismo, pero es incomprensible que Sánchez y Meloni puedan estar de acuerdo en cómo entender y abordar la lucha contra la inmigración (a la italiana le molesta toda, la legal y la ilegal).
No sé si el acuerdo europeo será bueno o malo, ni sé si la postura de Sánchez es la buena y la de Meloni la mala, o al revés, pero lo incuestionable es que si a Meloni le gusta, a Sánchez no debería gustarle.