Nuestro marino con el café humeante comenta:
—Vivimos en la era de la «política líquida». Todo es moldeable, maleable, dúctil, cambiante, y versátil. Si esto se le asigna a la flexibilidad, la valoración podría ser muy positiva, pero si con este tipo de hacer política lo que definimos son cambios de criterio, políticas ideológicas o doctrinarias puede que acabemos siendo marxistas, por aquello de Groucho, «Damas y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan tengo otros», tal como acaba de hacer el ministro Escrivá pactando con los sindicatos justo lo contrario de lo que dijo cuando era presidente de la AIReF en materia de pensiones.
Nos han tocado tiempos complejos y difíciles, las crisis se han ido sucediendo y la pandemia ha terminado de trastocar el panorama. Ante ese escenario parece más importante contar con gobernantes «sólidos», con criterios de Estado y con visión a largo plazo, pensando siempre en lo importante para la «generalidad» y no especialmente la catalana, sino la de todos de los españoles.
Interviene nuestra joven amiga:
—En este ambiente aparece Abascal, el representante de Vox y su moción de censura. La primera pregunta sería si hay motivos para censurar la acción del gobierno. La respuesta podría ser que, después de sentencias de inconstitucionalidad, después de crear leyes que no solucionan problemas, sino que los acrecientan, después de aprobar leyes para favorecer a sus socios y después del suma y sigue, se podría decir que hay motivos para afearle su conducta al gobierno.
La segunda pregunta sería con qué apoyos se cuenta. Una moción de censura no tiene necesariamente que ganarse, pero si debe haber un consenso con diferentes grupos.
La tercera podría ser la oportunidad política, máxime a dos meses de unas elecciones municipales y autonómicas donde los españoles van a tener ocasión de pronunciarse.
Quizás se podría hacer una cuarta y es que, con todos estos componentes, vamos a asistir a una verdadera moción de censura al gobierno de Pedro Sánchez o a un espectáculo de campaña preelectoral.
Hay otro factor que subyace alrededor de esta moción. Se puede pensar que, políticas disruptivas, imaginativas o novedosas pueden provocar simpatías y disensiones, pero nadie, a priori, debería rechazarlas, ni abrazarlas incondicionalmente, aunque nunca se debe aceptar en política extravagancias, excentricidades o incongruencias.
Comenta el marino:
—Esta moción de censura parece concitar una «confluencia planetaria», como dijo en su día aquella ministra y nos deja cierto sabor estrafalario, muy alejado a esa «política sólida» que tanto le gusta preconizar a Vox.
Todos los pasos que se han dado suenan a incongruencia y poco entendibles para el común de los mortales. La fecha desde que se anunció la moción. a la que se presenta, el periplo para buscar apoyos o la elección del candidato para defenderla no han dejado de sorprender.
Se sabe que la osadía política es enorme y que la edad de las personas no debería ser un excluyente, aunque como viejo marino —comenta con sorna—, y a pesar de mantener todo mi entusiasmo, no creo que, a estas edades, sea el momento más oportuno para embarcarse en uno de esos grandes buques de carga con sus 400 metros de eslora. Cierto realismo y decoro no es un exceso y el tiempo de Ramón Tamames ya pasó y no fue, ni es la persona adecuada.
La joven profesora añade:
—De momento, con todas las disensiones y las maniobras de distracción a las que estamos asistiendo, tenemos esa percepción que nos recuerda a Confucio por aquello de: «cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo». En muchas cosas de la política actual vamos en una dirección equivocada.
A pesar de todo, habrá que mantener el respeto oportuno y ver como transcurre la moción de censura, ya habrá tiempo para que se hagan «sesudos» análisis por los gurús de turno y escuchar las declaraciones interesadas de los políticos de uno y otro signo.
Colateralmente todo este periplo y los pasos que ha dado Vox nos deja una sensación, un cierto dejà vú, bastante reciente sobre el ascenso de algunas «marcas políticas», como Ciudadanos y Podemos que, parecían que iban a tocar el cielo con los dedos y que venían a cambiar la política, pero al final se han ido desinflando y frustrando muchas de las ilusiones que concitaron en su día.
Todo eso no deja de martillearnos y sorprende que, una y otra vez, se repitan en política ciertos tics, ciertos hábitos que no entienden su finalidad última. Los políticos deberían aportar algo más de prudencia, profesionalidad y capacidad. Seguir en la misma senda no parece lo más oportunos y todas esas formas de hacer política hacen un flaco favor a las instituciones y al sistema.
El marino concluye:
—En medio de tanta extravagancia, vuelvo a la única fuente de autoridad y de pensamiento, el Refranero, que nos dice: «Cuando un tonto coge una linde, la linde se acaba y el tonto sigue». A lo mejor, se debería emprender otra senda para que los necios no se conjuren y copen los telediarios.
Se ríen, se levantan y se marchan intentando disfrutar del mar.
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