CLAVES

Colliure

Juan Carlos Gaeta | Miércoles 10 de agosto de 2022
"Mañana tal vez tengamos que sentarnos frente a nuestros hijos y decirles que fuimos derrotados. Pero no podremos mirarlos a los ojos y decirles que viven así porque no nos animamos a pelear". (Mohandas Karamchand Gandhi).

De una manera u otra todos los humanos, el día que nos veamos todos como iguales, en vez de seguir empecinados en diferenciarnos por razas, nacionalidades o bobadas similiares, puede que nos vaya a todos mejor, somos descendientes de "supervivientes", de personas que "NO tiraron la toalla" a la primera de cambio. Si no, nosotros no estaríamos aquí. Quizás sea hora de agradecer, y de aprender, de todos aquellos que supieron mirar de frente las adversidades y atrocidades que les tocó vivir en su época.

A lo largo de la Historia, de la verdadera Historia, nunca olviden que la Historia la han escrito los vencedores a su manera, muy a su manera, han habido crisis, guerras, desde las más tribales hasta las dos mundiales, cataclismos, pandemias, periodos de distintos imperios, etc.., hay un círculo que siempre se acaba cumpliendo, una especie de denominador común: "Los tiempos duros, crean hombres fuertes. Los hombres fuertes, crean buenos tiempos. Los buenos tiempos, crean hombres débiles. Y los hombre débiles, crean tiempos duros". Y es exactamente aquí dónde nos encontramos. ¿Dónde están los hombres fuertes? No, no los busquen porque simplemente no los encontrarán. ¿Alguno de ustedes es capaz de llegar a imaginar qué harían todos estos que mandan en tiempos duros? Pues eso.

Puede que estemos en uno de los momentos más complicados de la Historia porque las soluciones, una vez descartada cualquier negociciación, son terribles, pero espero que los "supervivientes" lo tomen como ejemplo de a lo que nunca se debió llegar, y que nuestros descendientes lo estudien con detenimiento.

Esta más que claro que una gota de agua que le quitásemos a los océanos no les iba a hacer nada, pero si alguno inventase una máquina que quitase cada segundo miles de millones de gotas de agua a los océanos, al final los acabaría por secar. Pues a la inversa es lo mismo, y aunque muchos de ustedes crean lo contrario, es una verdad como un templo. Y si cada uno de nosotros aportamos nuestro pequeño granito de arena o nuestra gota de agua, el mundo será un lugar mucho mejor. (Aunque habría un solución más rápida que todo eso; poner a gestionar a todos estos que mandan el agua de los océanos o la arena de los desiertos. En cuatro días y medio no habría ni agua en los océanos, ni arena en los desiertos).

Hay un poema de la gran Maria Wisława Anna Szymborska, "Fin y Principio", que dice lo siguiente:

"Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.

No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.

Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.

Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.

Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.

Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.

Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.

A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.

Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.

Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.

Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.

Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.

Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.

Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.

Y menos que poco.

E incluso prácticamente nada.

En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes".

Es hora de empezar a arremangarse, en vez de quejarse, de coger la escoba y que cada uno de nosotros empiece a dar lo mejor de sí mismo. Y al que le toque estudiar, que estudie. Y al que le toque recoger la basura, que lo haga. Y al que le toque llevar a otros, que lo haga. Y que todos lo hagan lo mejor que sepan y puedan. Solamente así nos podremos salir de esta. No podemos seguir escuchando a todos estos que, siendo una inmensa minoría, se han apoderado de países. ¡¡Ya está bien de tanto cuento!!

Por las hoy concurridas playas de Argelès-sur-Mer, antes Argelers de la Marenda, y en una época muy triste Argelès-sur-Reich, hoy disfrutan aquellos que describe tan bien Szymborska en su poema: "los que saben poco, y menos que poco. E incluso prácticamente nada", sin darse cuenta de que en esas playas hubo un campo de concentración en el que decenas de miles de republicanos españoles fueron confinados por las autoridades francesas. Algunos de ellos le echaron un par y se escaparon, y gracias a ése valor hoy hay supervivientes que son auténticas maravillas de personas, y únicas. ¡¡Muchísimas gracias!!

Y a unos pocos kilómetros de Argelès se encuentra Colliure, donde se encuentra la tumba de Don Antonio Cipriano José María Machado Ruiz, uno de los mayores poetas que ha dado España, y al que le llegó la muerte a un mes y medio del fin de la guerra civil española. ¡¡Malditas guerras!! Don Antonio no sobrevivió a las atrocidades de su época, pero su obra le hizo inmortal, como por ejemplo su poema "RETRATO":

"Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.

A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar".

Y a todos aquellos que no sobrevivamos..., siempre nos quedará nuestro particular Colliure.

Intenten ser felices, mientras se lo permitan las autoridades competentes.

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