Con el café, nuestro viejo marino comenta:
—Durante la Semana Santa, con los políticos de vacaciones y las procesiones, parecería que podíamos disfrutar de unos días huérfanos de noticias. Descansar de titulares de prensa son un buen alimento para el alma, pero no hay descanso y se ha aprovechado para meter de rondón algunas cosas.
Con una recaudación fiscal en máximos históricos (223.400 millones de euros en 2021) y con una inflación galopante, no puede extrañarnos que se haya llegado al hartazgo social por la gestión de la pandemia, el abandono de los poderes públicos y como consecuencia que se reclame reducir la presión fiscal. Ante este escenario, como respuesta, la chiqui-ministra Montero responde que lo desaconseja la UE y que eso es un «mantra de la derecha».
Miente la ministra de Hacienda porque la mayoría de los países Unión Europea durante la pandemia no han dejado de tomar medidas para favorecer a sus ciudadanos. Una vez más, no dejan de hacernos trampas al solitario y muestran un desprecio a nuestra inteligencia.
En este escenario de máxima recaudación, el INE nos dice que Índice de Precios al Consumo (IPC) de marzo fue el 9,8%. Una tasa peligrosa que aventura una situación delicada futura. Habría que remontarse a casi cuatro décadas para ver cifras similares y aquello desembocó en los Pactos de la Moncloa para controlar la inflación y estabilizar la economía, en la Transición.
Paralelamente se filtra que la ministra de Asuntos Económicos Nadia Calviño mete presión al INE para que revise el impacto de la electricidad en el cálculo del IPC que, traducido, es modificar el peso de cada uno de los elementos que se utilizan para su cálculo y que la cifra de inflación se reduzca.
Al mismo tiempo, la ministra en la actualización del Programa de Estabilización, que manda a Bruselas omite la cifra de inflación y el alza que supondrían las pensiones. Más trampas al solitario.
Mientras tenemos encuestas en las que hasta el 85% de los contribuyentes rechazan la «armonización fiscal», que es un eufemismo para subir los impuestos a todos los contribuyentes, a la que está apuntada gobierno central, los autonómicos independentistas y los socialistas, además, pásmense, los sindicatos.
Sorprende que, quienes proclaman que están cerca de las clases más desfavorecidas, no tienen ningún pudor en sangrar a las clases más modestas, porque no debemos olvidar que la inflación es el «impuesto de los pobres».
La joven profesora inquiere:
—Es asombroso el discurso de que la bajada de impuestos es insolidaria y haría peligrar el «estado del bienestar»; cuando la premisa, en cualquier economía, es adaptar el gasto a los ingresos y que, la subida desenfrenada de impuestos, a partir de un cierto punto, se convierte en confiscatorio y los ingresos fiscales decaen.
Además, no se trata de reducir los servicios esenciales del Estado, sino de optimizar el gasto, eliminar duplicidades y servicios innecesarios, simplificar burocracias, redistribuir el gasto y modernizar los servicios públicos; acciones que este gobierno y los que le han precedido, no han acometido por el coste electoral y desgaste que eso tiene, pero estamos en un momento delicado para dejar de hacerse trampas al solitario y acometer esos cambios.
Recientemente el Instituto de Estudios Económicos (IEE), en un informe estima en 60.000 millones de euros como gasto ineficiente. Esto representa un 26,90% de la recaudación tributaria del año pasado.
Podríamos colegir que uno de cada cuatro euros que se ingresan fiscalmente son despilfarro. Posiblemente son unos cálculos demasiado optimistas, pero tenemos un margen importante para recortar gasto público, redistribuirlo y no por ello hacer peligrar ninguno de los pilares del estado del bienestar.
Se sonríe el marino y comenta:
—Realmente eres optimista, no somos capaces de armonizar ingresos y gastos, aunque la recaudación fiscal aumente, y veremos crecer el déficit y nuestro endeudamiento que, cuando el BCE deje de imprimir dinero y haya que pagar intereses por la deuda, tendremos dificultades económicas importantes. Claro que proclamar esto es de catastrofistas, fascistas y de contribuir al crecimiento de la «ultraderecha». Aunque realmente sólo es un intento de pragmatismo y de no hacerse trampas al solitario.
La profesora comenta:
—Siguiendo el tema de la propaganda y de la venta de eslóganes emocionales, también es muy interesante ver como se están maquillando las cifras en lo relacionado con el empleo.
Se anuncia a bombo y platillo que tenemos récords de empleo, pero no se cuenta que, por un lado, las personas en ERTE no se computan como parados, a marzo de 2022 todavía ascienden a 79.441 personas; que hay un menor número de autónomos y que, aunque haya más colocados, los contratos son por un número de horas menores, imagino que para paliar el encorsetamiento que supone la nueva Reforma Laboral.
Otro elemento distorsionador para analizar es la creación de empleo público que, desde 2019, han crecido un 6,8%. Más trampas al solitario.
Sonriendo concluye el marino:
—El problema es que esas trampas al solitario las hacen en comandita y las sufrimos todos.
Entre risas se levantan, se van paseando y disfrutando del sol primaveral.
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