Ya dijo el gran historiador Toynbee que existen las conspiraciones en la historia, pero la historia no es el producto de las conspiraciones. Yuval Noah Harari ha explicado detalladamente que el mundo es demasiado complejo para que creamos en el verdadero poder de las conspiraciones. No se trata de descubrir conspiraciones, confabulaciones o maquinaciones de los poderosos, pero sí de ir más allá de la superficie de la actualidad, más allá de la sangre, las explosiones, los cadáveres y las ruinas en las guerras, ahora tan abrumadoramente presentes en los medios de comunicación, y alumbrar algunas fuerzas poderosas que mueven hilos demasiado en la sombra. Con datos y sin prejuicios ideológicos o políticos, en lo posible, que no es mucho. Hay más responsables que Putin y sus carniceros.
Echemos un vistazo a la industria globalizada del armamento, principal beneficiado de la guerra de Ucrania, antes del Irak, Siria o Yemen. Cuatro o cinco conglomerados, esencialmente norteamericanos, dominan el panorama, lo cual es lógico si tenemos en cuenta que EEUU se gasta en armas al año unos 750.000 millones de dólares, muy por delante de cualquier competidor. Rusia se gasta en defensa unos 63.000 millones de dólares, recargando pesadamente hasta el 12% del gasto público total. El “temible” ejército ruso es un tigre de papel en comparación con la maquinaria del Ejército Rojo que fue capaz de derrotar a las nazis en la Segunda Guerra Mundial. Claro está que tiene un enorme arsenal atómico, pero cuesta creer que quieran suicidarse empleándolo. Así que no hagamos excesivo caso a los “expertos” que nos meten miedo en las televisiones y otros medios masivos con el terror ruso, que existe, pero va por otro lado mucho más vulgar y antiguo. El miedo es la socorrida forma de sujetar a las masas y agrandar las audiencias.
Los matones chechenos o el Grupo Wagner de mercenarios rusos financiado por el oligarca Prigozhin o la carne de cañón siberiana ejecutan las atrocidades, mientras Putin lo niega todo, faltaría más, pero habría que mirar también debajo de las alfombras de unos chicos llamados Larry Fink, influyente politólogo americano y Robert S. Kapito, ¿capito?, que mandan en el fondo más poderoso del mundo, BlackRock, con 10 billones de dólares bajo gestión y 220.000 millones de dólares en activos propios. Es, claro está, uno de los primeros grupos de presión política de EEUU y Europa, con el conocido sistema de contratar por sumas cuantiosas a antiguos altos cargos de gobiernos y bancos centrales de todo el mundo, amén de manejar cientos de empleados de lobbies y grupos de presión, todo perfectamente legal. Larry Fink cobró de salario base en 2010 la bonita suma de 40 millones de dólares, más unos pequeños ingresos adicionales de 2.400 millones más. Poco que ver con los más o menos 3.000 dólares/mes que cobran los empleados de a pie. John D. Rockefeller, el fundaos de la dinastía, que defendía que un empleado debía cobrar como mínimo diez veces menos que el gran jefe, debe reírse en la tumba. BlackRock es uno de los principales accionistas del primer conglomerado de armas del mundo, Lockheed Martin, junto con los fondos Vanguard y State Street, que, mira por dónde, también los son de los otros gigantes de la guerra, Northon Grummar y General Dynamiccs. Todo queda en casa.
Por cierto, que BlackRock participa en 21 grandes empresas españolas cotizadas y es primer accionista del Santander y BBVA. Este fondo se desgajó en 1985 de otro poderoso fondo, Blackstone, la empresa de capital privado más grande del mundo, con 620.000 millones de dólares en activos. Ese es el que compró muy baratitas 30.000 viviendas de protección oficial a la alcaldesa de Madrid Ana Botella y al poco subió los alquileres y empezó a desahuciar. “Fondos buitre” los llaman.
La guerra de Ucrania ha revalorizado en bolsa a no pocas empresas relacionadas con la fabricación y comercio de armas. El mercado armamentístico mundial va viento en popa y ya supone más de dos billones de dólares. Cuando hay una guerra próxima y la gente está asustada, los negocios son mucho más lucrativos y no hay tiempo para controles. Una infinidad de pequeñas empresas se forran, también con la provisión de alimentos y otras mercancías que de la noche a la mañana se hacen críticas, trigo o aceite de girasol, por ejemplo. Parecido a lo que sucedió con las mascarillas en España en plena pandemia.
El negocio de las armas ha tenido unos cuantos años de estancamiento, pero ahora ya está todo bien asegurado, como evidencia que el canciller alemán Olaf Scholz anuncie un paquete de gasto militar adicional de 100.000 millones de euros. Deberían darle comisión a Putin.
Un dato curioso: los fondos bajo gestión de BlacRock, Vanguard y State Street suman ya más de 22 billones de dólares, cuando el PIB de EEUU es de 21 billones y el de China de 15 billones. Y el de Rusia es de 1,47 billones. Según expertos, la guerra de Ucrania puede contraer el de Rusia un 15% el primer año. ¡Pobres rusos!