Joaquín ABAD | Miércoles 30 de marzo de 2016
Parece que al final Habemus Papa. O Habemus Gobierno, mejor dicho, ya que conforme nos acercamos a la fecha límite para la disolución de las Cortes, como ya pasó en Andalucía y como también pasó en Cataluña cuando la Cup sostuvo hasta el último minuto que no quería a Artur Más de presidente.
De Pedro Sánchez siempre sospechamos que estaba encantado de entrar en la Moncloa de la manita de Pablo Iglesias. Son muchas, muchísimas, las veces que le hemos visto en comparecencias sonriéndole a Podemos y a Pablo Iglesias, a pesar de la soberbia del líder podemita que insultó, repetidas veces, a líderes socialistas en el Congreso de los Diputados, precisamente durante el debate de investidura fallida del candidato Sánchez.
Otro del que desconocemos su último criterio es Albert Rivera, al que creíamos un personaje centrado incapaz de sentarse en el mismo consejo de ministros con un aprendiz de Zapatero, como presidente, y comunistas filo etarras supervisando las carteras de Interior y de Defensa.
Pero la nada desmedida ambición de Pedro Sánchez por sentarse en la Moncloa, a pesar de haber llevado a su partido al borde del precipicio, ahora es posible lo inimaginable. El gazpacho Psoe, Ciudadanos, Podemos va a ser de traca. Si definitivamente los socialistas permiten que Sánchez gobierne con el diablo, como le desaconsejaba el anciano Felipe González, nos esperan decretazos de infarto y leyes de imposible cumplimiento.
Decían que después de probar coche oficial era muy difícil aparcar a un político de su cargo. Pedro Sánchez ya ha probado el helicóptero privado para evitar los atascos esta Semana Santa y que le lleven al restaurante de lujo junto con su familia. Ya no habrá quien lo baje de dicho artilugio.
No me imagino a los de la cal viva, a los que señalaba Pablo Iglesias en el Congreso, aplaudiendo las decisiones de los ministros podemitas. Tendremos una legislatura de infarto. Una legislatura de traca. Y por supuesto de helicópteros para trasladar al nuevo Zapatero.