Raúl heras | Miércoles 30 de marzo de 2016
Pedro Sánchez y Mariano Rajoy se empeñan en presentarnos a los españoles una obra de teatro imposible de representar en el actual escenario de minorías parlamentarias. Los tríos que pretenden gobernar se pelean por idénticos papeles protagonistas y eso hace que los necesarios secundarios de toda función que se precie no aparezcan por ningún lado.
El secretario general del PSOE quiere formar gobierno y mayoría parlamentaria con Albert Rivera y Pablo Iglesias, algo que a ninguno de los dos les cuadra en sus planteamientos identitarios y electorales. Pedro Sánchez tiene que elegir entre virar a la derecha con Ciudadanos, que es lo que quiere una parte de la dirección de su partido y de la clase financiera y empresarial española; o girar hacia la izquierda con Podemos, que es lo que le aseguran no van a consentir otra parte de los suyos y que les abre las carnes a los poderosos del mundo del dinero.
El presidente del PP y del Gobierno en funciones quiere sentar en el Consejo de Ministros a socialistas y ciudadanos pero si bien estos últimos podrían hacerlo pese a las declaraciones personalistas y contrarias de Rivera, desde el PSOE lo encuentran imposible. Ese trío llevaría la tranquilidad y el sosiego a la Europa comunitaria, al sistema financiero y a la gran mayoría de los empresarios de este país, pero los protagonistas se niegan a dejar sus respectivos papeles de protagonistas.
Abril es el final. Si no hay investidura y Gobierno se convocarán las anunciadas, denostadas y tal parece que inevitables elecciones generales. Habrá sido la Legislatura más corta y de menos trabajo de toda nuestra reciente historia democrática, pero contará a la hora de las pensiones y retiros de sus señorías. Algo es algo.
Si juntar a tres parece misión imposible, las únicas formas de evitar las urnas son dos -la tercera, con un independiente en la presidencia del gobierno es imposible por más que sea la solución que mejor se vea desde el palacio de La Zarzuela-, y en ambas se requiere el sacrificio de dirigentes políticos y partidistas:
De la Gran Coalición ya ha hablado hasta Mariano Rajoy, pero ni él ni Pedro Sánchez estarían dispuestos a quedarse en el camino. Ese ejemplo tan alemán exige pensar en el Estado y no en el partido, y mucho menos en los futuros personales e inmediatos de los que mandan en las organizaciones. Llevar a cabo esa experiencia inédita exigiría nuevas elecciones, con un resultado muy semejante al que se dio el 20 de diciembre, y nuevas caras al frente del PP y del PSOE.
Del supergobierno de progreso y cambio llevan hablando tanto Sánchez como Iglesias tres meses, pero para poder convertirlo en realidad, y al margen de las oposiciones de todo tipo con que se encontraría tanto dentro como fuera de España, necesita de la implicación por activa y pasiva de los nacionalistas. Cuestión de suma de escaños en el Congreso aun sabiendo que tendrían la oposición mayoritaria en el Senado.
Para el primero de los supuestos basta con dos. Para el segundo se necesitan al menos seis, que no tienen que entrar en el Gobierno pero sí apoyarle primero y presionarle después en las Cámaras.
Si Rajoy no puede, ni quiere; si Sánchez quiere pero no le dejan; si Rivera está dispuesto a casarse con uno de los dos pero carece de "dote" suficiente; e Iglesias pone un precio muy alto para la boda, al final los cuatro caminan hacia las urnas con la esperanza de mejorar un poco sus resultados para volver a sentarse a negociar, pero también con el miedo a perder lo que ya han ganado y ser objeto de ataques por parte de sus propios compañeros antes de abandonar sus respectivos liderazgos.