OPINIÓN

De canallas y sinvergüenzas

José Luis Úriz Iglesias | Jueves 13 de enero de 2022
Resulta evidente que en los tiempos que vivimos este titular da para aplicárselo a numerosas personas, sean públicas o privadas.

Ayer precisamente tuve ocasión de toparme con alguno, que a pesar de llevar un gran perro suelto que venía con malas intenciones hacia mí, sólo por pararme y mirarle provocó en él una reacción abrupta y gritos con amenazas de muerte incluidas. Una pena.

Pero esta reflexión se la quiero y debo dedicar a tres personajes que en los últimos días han sido noticia relevante.

El primero es un tenista de renombre, serbio por más señas; Novak Djokovic, según dicen el mejor del mundo ahora, no ciertamente por su comportamiento.

A veces la importancia del personaje, sea escritor, pintor, cineasta, o como en este caso deportista, no va ligada necesariamente a un comportamiento ejemplar y este es uno de los ejemplos más evidentes.

La que está liando este personajillo en el open de Australia es de récord Guinness.

Independientemente del gesto de insensatez e insolidaridad que supone negarse a vacunarse, con la chulería de fotografiarse con un grupo de chavales sin mascarilla ni distancia, ha tenido la irresponsabilidad de ir a Australia para intentar jugar su Gran Premio de tenis, a sabiendas de que las normas del mismo y del país donde se celebra, no permiten la participación sin haberse vacunado de manera completa.

Además lo agrava mintiendo descaradamente sobre su situación y sobre que no había salido de su país, a pesar de por ejemplo haber trascendido que ha pasado las recientes fiestas en Marbella, por cierto con pruebas gráficas.

Chulo, mentiroso, irresponsable, y además poniendo en marcha la maquinaria legal rodeado de grandes bufetes de abogados (para eso está forrado de pasta).

Provocando además hasta un conflicto diplomático, al haber utilizado su inmensa popularidad en su país de origen, Serbia, para que hasta sus autoridades religiosas hayan pedido “rezar por él”. Una pena.

¿Se le podía incluir en el grupo de canallas y sinvergüenzas?

Otro personajillo que está dando la nota, en este caso en do mayor, es un mandatario con mucho poder; Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido.

En este caso por el hecho de que mientras en Mayo de 2020 proponía y aprobaba un confinamiento rígido para sus conciudadanos, él y los suyos organizaban fiestas, hasta siete, en la sede de Primer Ministro. Eso sí llevando cada cual su botella de licor correspondiente.

Dando “ejemplo” en un momento duro y cruel para el resto de sus conciudadanos.

Ahora salta el escándalo y él, como cobarde al que le han pillado, se esconde debajo de la alfombra sin dar la cara y mucho menos asumir su responsabilidad, por ejemplo con su dimisión.

¿Se puede incluir entre los canallas y sinvergüenzas?

El último ejemplo es colectivo. Ante las declaraciones del ministro de consumo, Alberto Garzón, a un medio británico posicionándose en contra de la ganadería intensiva, más en concreto las macrogranjas, y a favor de la extensiva, sostenible y respetuosa con el medio ambiente, han surgido una jauría de críticos desde la derecha extrema y la extrema derecha que se le han lanzado al cuello sin piedad.

Porque esa es la verdad y quien intente desviar el debate a otros aspectos miente. No plantea el ministro que la carne española es de mala calidad, sino que la de las de las macrogranjas es de “peor” calidad que la de la ganadería extensiva.

Eso nadie lo debería rebatir, incluso la hipocresía de la derecha les lleva a la contradicción de que precisamente esto es lo que han defendido y defienden en muchos lugares donde gobiernan, en alguno recientemente.

Incluso han pedido a Pedro Sánchez que le cese como castigo a su terrible crimen.

La izquierda por cierto está cayendo en la burda trampa provocando una crisis del gobierno de coalición innecesaria. Una pena.

Mentira, manipulación, hipocresía política.

¿También les debe incluir como colectivo del título de esta reflexión?

Veremos…

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